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La Región /  Foto: Elianne K. Gutiérrez   

Hasta antes de tener un murciélago en las manos, el biólogo Dennis Lizarro admite que estos mamíferos le parecían “desagradables”. La mala fama que les hicieron al relacionarlos con cuentos de vampiros, entre otras historias, provocó que se los viera con recelo e incluso temor. Pero una vez que se conoce sobre ellos –dice- “uno queda enamorado”. Más allá de cambiar esa visión de repudio, se los aprecia más cuando se entiende lo útiles que son para el ser humano como polinizadores y dispersores de semillas; pero sobre todo como controladores de plagas como roedores e insectos.

Esa necesidad, de lograr que la gente aprenda y respete a estos animales mediante el conocimiento y la educación ambiental, llevó a un grupo de biólogos y universitarios de la carrera, a fundar el Programa para la Conservación de los Murciélagos de Bolivia (PCMB) en octubre de 1998. El principal impulsor, Luis Aguirre, recuerda que por entonces poco o nada se había estudiado sobre estos pequeños seres de suave pelaje y alas con membranas.

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Con el modelo que había implementado el Programa para la Conservación de los Murciélagos de México (PCMM) nació el nacional. Sus bases, que se mantienen hasta ahora, eran trabajar en: investigación, educación y conservación como tal.

Gracias a ello, hoy Bolivia tiene registradas 138 especies (las últimas ocho en la más reciente actualización de lista de mamíferos publicada a finales del año pasado) y un par más en espera de entrar a la lista. Así también, entre 2009 y 2010 Aguirre apoyó en la elaboración del Libro Rojo de Vertebrados y se incluyó una especie que está en peligro de extinción, seis en categoría de vulnerables y cinco en la categoría de datos deficientes, pero que es probable que pasen a vulnerables.

Así trabajan

Lizarro dice que hay que ser muy apasionado o “estar loco” muchas veces para salir de noche a buscar murciélagos, estudiarlos y, mediante esa información, lograr que la gente aprecie su función en el ecosistema.

Aunque parece sencillo, todo esto es parte de un plan de acción para conservar especies amenazadas, que dice dónde estudiarlos y cómo protegerlos.

Actualmente, el PCMB es parte de la Red Latinoamericana para Conservación de los Murciélagos (Relcom), compuesta por 23 países, incluidos Aruba, Bonaire y Curazao. Bolivia es socio fundador junto a Argentina, México, Brasil y Guatemala, por lo que trabaja junto a ellos desde 2009.

“No me equivoco al decir que los murciélagos están entre los grupos de mamíferos mejor estudiados en Bolivia”, dice Aguirre, coordinador general del Programa en el país.

Pero además de forma interna creció el interés por preservar a estos animales.  La Paz, Santa Cruz, Cochabamba, Chuquisaca y Beni tienen hoy en día sus propios programas. Según cálculos hay 30 voluntarios activos y un grupo núcleo que trabaja desde 1998. El número puede variar, pero la base es constante.

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Identificar los sitios y áreas donde están

En estos 22 años el PCMB participó de proyectos de conservación, investigación e impartió talleres en escuelas, entre muchas otras actividades. La herramienta más reciente para proteger a los murciélagos es la creación de Áreas de Importancia para la Conservación de Murciélagos (Aicom) y Sitios de Importancia para la Conservación de Murciélagos (Sicom).

Según Aguirre hay más de cien en América Latina y en Bolivia son poco más de diez. Estos lugares se designan luego de rigurosos estudios y certificaciones.

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Todo esto lleva a dimensionar la riqueza de los países en cuanto a especies. Bolivia se encuentra en el quinto lugar de la región. A nivel interno, el Parque Madidi, con alrededor de 100 especies es uno de los más ricos en este tema. Pero también el Chapare cochabambino alberga a otras tantas.

Fuentes de consulta y asesoría

La experiencia de estos años y el trabajo coordinado con entidades del Estado ha llevado al PCMB a apoyar trabajos con el Servicio Nacional de Sanidad Agropecuaria e Inocuidad Alimentaria (Senasag).

Especialmente en Chuquisaca y Beni se trabaja en el control de murciélagos hematófagos, conocidos como vampiros, porque pueden transmitir rabia al ganado bovino. Aguirre explica que en estos casos se capacita a los veterinarios de campo, quienes a su vez lograron un cambio en la población. “En estos años se ha dado un fenómeno muy interesante, porque ahora los funcionarios explican a la gente que no todos los murciélagos son vampiros y cuando se trata de estos se los puede controlar”.

Para ello usan un vampiricida que se le pone a un ejemplar. Dado el sistema social que tiene la especie, al llegar a su guarida el “elegido” es limpiado por los otros individuos, y así se mantiene un número necesario sin que se convierta en una plaga.

Para Lizarro, miembro del PCMB en Beni, la satisfacción de todo el trabajo que realizan tanto él como sus colegas es lograr que una persona que no quería a los murciélagos o que pensaba erróneamente que causan daño, cambie su percepción y llegue a apreciarlos. “Ahí uno se siente feliz y ha cumplido con su trabajo”.

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