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La Región, con información de New York Times

El diario noreteamericano New York Times publicó esta semana un revelador reportaje sobre el aumento de la caza furtiva de jaguares en Sudamérica y Centroamérica. La periodista Rachel Nuwer explicó en esta entrega, publicada es 13 de junio, que un nuevo estudio vincula el comercio y la matanza a las inversiones de empresas chinas en estas regiones, y menciona a Bolivia.

En mayo de 2019, refiere el texto, apareció un cadáver de jaguar sin cabeza en el sur de Belice. La indignación llevó a las autoridades y ciudadanos a ofrecer una recompensa de $us 8 mil a quien dé datos para atrapar al asesino.

Más que un problema nacional, el hecho parecía indicar un aumento en la caza furtiva de jaguares en todo el rango de la especie, desde México hasta Argentina.

“Sospecho que durante mucho tiempo pasó desapercibido, las autoridades simplemente no estaban prestando atención”, dijo Pauline Verheij, especialista independiente en crímenes contra la vida silvestre, que ha investigado el comercio del felino en Surinam y Bolivia en los últimos años.

Durante varios años, él y otros expertos advirtieron el aumento del comercio y el peligro de extinción de la especie, principalmente por la pérdida de hábitat y a los asesinatos en venganza por la depredación del ganado.

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“Los expertos en tráfico de vida silvestre también vieron que muchos de los casos sobre los jaguares estaban relacionados con ciudadanos chinos o destinos en China. En Bolivia, por ejemplo, las autoridades interceptaron paquetes con destino a China que contenían cientos de caninos de jaguar, que se convierten en joyas. Pero la evidencia que vincula estas observaciones ha sido dispersa y, en gran medida, anecdótica”, da cuenta el reportaje.

Pero ahora, un estudio publicado este mes en Conservation Biology da una descripción más completa del comercio ilegal y reúne datos de toda Centroamérica y Sudamérica. “Los resultados confirman que las incautaciones de partes de jaguar han aumentado enormemente en toda la región, y que la inversión privada de China está significativamente correlacionada con el tráfico de la especie”.

“Por primera vez, tenemos una visión general de lo que está ocurriendo en Centroamérica y América del Sur con respecto al comercio de partes del cuerpo del jaguar”, dijo Thaís Morcatty, estudiante de doctorado en antropología en la Universidad Oxford Brookes, en Inglaterra, y autora principal del estudio.

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Los hallazgos sugieren un paralelo con los patrones de caza furtiva observados en el sudeste asiático y en África, en los que una creciente presencia de firmas de China que trabajan en grandes proyectos de desarrollo coinciden con un incremento en el comercio legal e ilegal de vida silvestre, incluidos los grandes felinos.

“Lo que podemos aprender de esto es que los patrones que vimos en Asia y luego en África comienzan ahora a surgir en Sudamérica”, aseguró a New York Times, Vincent Nijman, coautor, también en la Universidad Oxford Brookes. “Si hay demanda, será satisfecha, aunque tengas que ir a otro continente al otro lado del mundo”.

Los jaguares han sido cazados furtivamente casi hasta la extinción en el pasado. Durante el siglo XX, la ambición por obtener su pelaje hizo que la especie casi desapareciera. Estados Unidos fue responsable de la mayor parte del comercio del jaguar. Importó más de 23 mil pieles entre 1968 y 1969.

Los jaguares han vuelto lentamente, a un estimado de 60 mil a 170 mil animales al día de hoy. Pero ahora están en declive en gran parte de su diversidad. Si bien la caza furtiva para el comercio ilegal puede no ser el principal impulsor de las pérdidas de población, podría exacerbar otras presiones, dijo Morcatty. Los ganaderos, por ejemplo, pueden inclinarse a matar jaguares en su propiedad si saben que pueden ganar dinero con los cadáveres.

“No debemos permitir que esta nueva amenaza se combine con otras amenazas que ya tenemos”, dijo la experta.

Según el diario norteamericano, una de las primeras señales de la creciente amenaza en Sudamérica apareció en 2003, cuando un hombre chino que trabajaba en un supermercado chino en Paramaribo, Surinam, se acercó a un miembro uniformado del servicio forestal del país y le preguntó si le podía traer un jaguar.

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“Mi contacto le dijo que era ilegal matar jaguares”, dijo Verheij. “Se sorprendió de que el hombre se sintiera lo suficientemente cómodo como para pedirle a un funcionario de gobierno hacer algo ilegal”.

Para el funcionario, la conversación terminó allí. Pero para 2005, los cazadores rurales de Surinam estaban enviando pedidos de dientes y garras de jaguar, a menudo enviando la cabeza completa del animal a sus clientes chinos en la capital del país. Los compradores convertían las garras y los dientes en aretes para vender en joyerías locales de propiedad china o las contrabandeaban hacia China. Varios restaurantes chinos en Surinam también comenzaron a servir carne de jaguar a pedido. Finalmente, los criminales empresariales llegaron a obtener cadáveres enteros de jaguar para reducirlos a un producto similar a la pasta de huesos de tigre que se usa en la medicina china.

Para calcular en qué medida ha crecido el problema, Morcatty y sus colegas buscaron en noticias, informes técnicos y registros policiales desde 2012 a 2018 en los 19 países de América Central y del Sur para encontrar menciones de confiscación de partes de grandes felinos. Encontraron registros de 489 incidentes de incautación que representan alrededor de mil grandes felinos, principalmente jaguares, pero también pumas y ocelotes. Calcularon que solo en cinco años, el número de jaguares incautados aumentó 200 veces.

“Es bastante notable”, dijo Morcatty.

Brasil representó la mayor proporción de casos, seguido por Bolivia, Colombia, Perú y Surinam. La mayoría de los registros de incautaciones no indicaban el destino final o el comprador previsto, pero Morcatty pudo vincular definitivamente el 34 por ciento con China. Las incautaciones relacionadas con China contenían 13 veces el número de partes de jaguar, en promedio, que aquellas destinadas al mercado interno.

Lemieux, quien no estuvo involucrado con la investigación, dijo que el nuevo documento visibiliza una región que generalmente es pasada por alto por los expertos en comercio de vida silvestre. “Si se observa el campo de juego de la conservación, América del Sur, de todos los continentes además de la Antártida, recibe muy poca atención”, dijo.

Los autores del nuevo estudio no investigaron qué motiva la demanda por partes de jaguar entre los compradores chinos, pero Lieberman y sus colegas han visto anuncios de garras y dientes de jaguar en las redes sociales de ese país.

“Lo peor en el tráfico de partes de jaguar no son los huesos para reemplazar los huesos de tigre, sino los caninos para joyas”, dijo.

China es un gran consumidor de otras especies de grandes felinos, especialmente tigres, que durante mucho tiempo han sido buscados por sus huesos y partes utilizadas en la medicina tradicional. Más recientemente, los dientes y las garras de tigre han aparecido a la venta como joyas. Pero a medida que las poblaciones de tigres se han reducido a menos de los 4000 animales que quedan en la naturaleza, los comerciantes buscaron nuevas fuentes para saciar la demanda, que, para algunos clientes, podrían satisfacer los jaguares.

Ángela Núñez, bióloga que trabajó anteriormente en el Ministerio de Medio Ambiente de Bolivia, dijo que el esfuerzo de Morcatty y sus colegas para cuantificar el comercio de jaguar a nivel regional refleja aquellos estudios a menor escala que ella y otros han publicado en el pasado.

Pero la escala del problema es casi seguramente mayor que lo que se informa en el nuevo estudio, dijo Núñez, porque la mayor parte de los países en Centroamérica y Sudamérica no tienen registros oficiales de incautaciones de jaguar. La detección también puede ser un desafío debido a la falta de recursos.

Nijman sospecha que los jaguares —como los elefantes y los rinocerontes en África— pueden ser como los canarios en la mina de carbón en busca de una más amplia, y aún desapercibida, caza furtiva en América del Sur y Centroamérica de especies como tortugas y orquídeas.

“Al acercarnos a las especies de más alto perfil, obtenemos una visión de qué más está ocurriendo”, dijo. “No hay una razón para suponer que solo los jaguares sean afectados”.

Según Núñez, la nueva investigación subraya “la necesidad de desarrollar asociaciones estratégicas regionales para unir esfuerzos para detener esta amenaza”.

Las compañías chinas también deberían educar a sus empleados sobre la ilegalidad del comercio del jaguar y tomar medidas para garantizar que sus trabajadores no sean cómplices de delitos contra la vida silvestre, afirmó Lieberman.

“Es importante adelantarse a la curva al trabajar con empresas chinas y no solo esperar una crisis. Se puede hacer de una manera no contenciosa”.

 

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