Al ingresar al Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Otuquis, sorprende el paisaje abierto de pastizales y pantanos. En esta área protegida, que es parte del Pantanal —el humedal de agua dulce más grande del mundo compartido por Brasil, Paraguay y Bolivia— las palmeras se agrupan en islas rodeadas por ciervos del pantano (Blastocerus dichotomus), lagartos y más de 179 especies de( aves. Entre los bosques secos de tipo Abayoy, uno de los ecosistemas menos conocidos y que podría ser endémico de Bolivia, se encuentran también mamíferos de gran tamaño como el jaguar (Panthera onca), borochis (Chrysocyon brachyurus), también conocidos como aguará guazú, o zorro grande, además de capibaras (Hydrochoerus hydrochaeris) y londras (Pteronura brasiliensis).
Sin embargo, no sólo llama la atención la extraordinaria biodiversidad de este rico ecosistema, sino también las volquetas y vehículos que avanzan a gran velocidad en medio de toda esa belleza escénica, las tuberías que se amontonan al costado del camino, los fierros en el agua y en el río Paraguay, las montañas de hierro que se acopian junto a campamentos de trabajadores.
Y es que Otuquis, con sus 10 059 km², es víctima de múltiples amenazas, aseguran los expertos. Entre ellas está la construcción de un acueducto y la terminal de carga de Puerto Busch, infraestructuras que buscan beneficiar las exportaciones nacionales hacia el Atlántico por medio del río Paraguay. Además, los planes de asfaltar el camino que pasa por medio del parque para facilitar el tránsito de vehículos pesados amenaza con agudizar los problemas que ya existen, entre ellos los atropellos de animales. Pero también los expertos advierten que un camino asfaltado desestructuraría el sistema hídrico del humedal más grande del mundo y podría propiciar las invasiones de tierra.
Como si fuera poco, año tras año esta área protegida es asediada por permanentes incendios forestales que arrasan con los pastizales y los bosques de este importante humedal reconocido internacionalmente como sitio Ramsar.
Los incendios forestales que amenazan Otuquis
Este 2023 en Bolivia, los incendios forestales consumieron 3,5 millones de hectáreas. De ese total, aproximadamente 35 000 hectáreas se quemaron en Otuquis, según reportes de la Gobernación de Santa Cruz. Pero esta cifra es solo una fracción de la enorme afectación que el parque nacional ha venido sufriendo en los últimos años. En 2019, según datos de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), se quemaron 326 743 hectáreas, correspondientes al 32% de toda el área protegida. Pero entre el 2020 y el 2022 el fuego alcanzó, cada año, más de 100 000 hectáreas, de acuerdo con los reportes del Observatorio de la Fundación para la Conservación del Bosque Seco Chiquitano (FCBC).
Según relata uno de los guardaparques que pidió el resguardo de su identidad por riesgo a represalias, Otuquis sufrió en 2023 tres incendios desde julio hasta septiembre. El primero ingresó por Brasil, el segundo inició en Bolivia cerca al hito tripartito y se cree que fue provocado por cazadores paraguayos en Bahía Negra. El tercero, que fue el más fuerte, “se descontroló por el cambio de la dirección de los vientos”, cuenta el guardaparques.
Un estudio publicado por FAN, asegura que es muy frecuente que los incendios forestales en el Pantanal transgredan las fronteras afectando a más de un país. De hecho, según el guardaparque, en Otuquis un 80% de los incendios son transfronterizos y un 20% son por causas antrópicas, es decir, provocados por el hombre.
Heidy Resnikowski, subgerente de Planes de Manejo de (FAN), explica que aunque las sabanas del Pantanal de Otuquis son más resilientes que otros ecosistemas al fuego porque han evolucionado bajo sus efectos, “actualmente los incendios son más frecuentes, severos, extensos y destructivos”, por lo que “sobrepasan el umbral de resiliencia que tienen”. Las razones, explica, están vinculadas al “escenario de cambio climático junto al paulatino desecamiento del Pantanal, los bajos niveles de agua de los ríos y niveles mínimos de inundaciones, sequías, altas temperaturas y fuertes vientos, así como el mal manejo del fuego para la ganadería principalmente”.
Además, la experta alerta que en Otuquis no sólo hay sabanas y pantanos, sino también otros ecosistemas, grandes extensiones de bosques, “donde se debe evitar estrictamente los incendios forestales dado que, a diferencia de las pampas, son muy sensibles al fuego”.
En su opinión, para hacer frente al problema, es prioritario hacer un manejo del territorio con acciones de prevención física como, por ejemplo, quemas controladas para reducir la ocurrencia de incendios catastróficos.
Un acueducto y un puerto en pleno Parque Nacional
Lamentablemente, los incendios forestales están lejos de ser la única amenaza que tiene Otuquis.
Un poco antes de llegar al área protegida, se está construyendo el Complejo Siderúrgico del Mutún, una obra de gran envergadura donde se procesará el hierro que es extraído del cerro Mutún, el yacimiento de este mineral más grande del mundo, y que producirá inicialmente 200 000 toneladas de acero al año.
Para operar, esta planta necesita, además de gas, agua. Para ello, se está construyendo un acueducto que pasará por medio del área protegida. Esta obra pretende transportar agua desde el río Paraguay hasta la Planta Siderúrgica utilizando, de acuerdo a una nota del Ministerio de Minería, 9000 tuberías, cada una de 12 metros de largo, que serán enterradas a un metro y medio de profundidad a lo largo de unos 110 kilómetros. Actualmente las tuberías están siendo conectadas.
Según declaraciones del presidente de la Empresa Siderúrgica del Mutún (ESM), Jorge Alvarado Rivas, las instalaciones tendrán la capacidad de bombear 380 metros cúbicos de agua desde el río Paraguay cada hora aunque precisó que no será un bombeo permanente, sino que se llenarán las pozas y se volverá a bombear “cuando sea necesario”.
Según Alvarado, el acueducto no afectará el caudal del río Paraguay puesto que en Bolivia, explicó, el río lleva 1500 litros por segundo y la planta captará 101 litros por segundo. Sin embargo, para los expertos, las afectaciones van más allá de eso.
Pamela Rebolledo, presidente del Colegio de Biólogos de Santa Cruz, advierte que es importante ver los Estudios de Evaluación de Impacto Ambiental (EEIA). Según se describe en ellos, “las mayores alteraciones sucederán durante la etapa de construcción debido a que se harán excavaciones subterráneas. Durante las obras habrá perturbaciones a la fauna silvestre, destrucción y fragmentación de su hábitat”.
De hecho, según María René Barrancos, coordinadora del programa de control ambiental de la Gobernación de Santa Cruz y quien hizo una fiscalización a la obra en el área protegida, el impacto a la fauna en esta etapa de construcción del acueducto ya es notoria. “Ahora —dice— no se ve ni el diez por ciento de la fauna que se veía antes”.
Pero la construcción de infraestructura que se proyecta al interior del parque nacional no acaba con el Complejo Siderúrgico del Mutún.
Debido a la posición geográfica de Bolivia, sin acceso al mar, las exportaciones del país son relativamente caras y dificultosas. Las opciones de salida por el Pacífico mediante puertos chilenos o peruanos, así ́ como por el Atlántico a través de puertos brasileños o argentinos, han enfrentado una larga serie de dificultades. Es por eso que un punto estratégico de Bolivia es el llamado “Polo de Desarrollo del Sudeste” donde, a orillas del río Paraguay y al interior del parque Otuquis, se proyecta construir Puerto Busch.
Se trata de una terminal que permitirá exportar productos de la agroindustria y del Mutún sin límites de carga. Según datos de la Administración de Servicios Portuarios de Bolivia, Puerto Busch representa para el país una de las mejores alternativas para la exportación e importación de carga ya que se encuentra a una distancia de 2500 km del Océano Atlántico y a 1900 km de la Hidrovía Paraguay – Paraná.
El problema, explica Rebolledo, es que esta gran obra será construida en la parte más profunda del Pantanal, donde las aguas llegan a subir cerca de cinco metros sobre el nivel del terreno, resultando en una estructura sujeta a inundaciones.
De acuerdo a un Estudio realizado por WWF, que analizó los impactos ambientales de Puerto Busch, una obra en esta zona impediría el paso del agua y de la fauna, resultando en impactos ambientales de enorme envergadura como desecación de amplias áreas, inundación de otras, restricción de migración de animales, entre otros daños.
Por otra parte, aunque el Programa de Prevención de Mitigación del EEIA establece límites de velocidad y que es necesario regar los caminos de acceso a las áreas de trabajo para “evitar las partículas en suspensión o polvo excesivo”, un guardaparques que pidió la protección de su identidad asegura que ese tipo de daño no se ha mitigado. “Hay basura, ruido, partículas de polvo en suspensión que tiñen de herrumbre los cuerpos de agua y afectan a la flora y fauna”, dice.
Para Sofía Balcázar, responsable de monitoreo ambiental en Probioma, una ONG que hace más de 20 años realiza seguimiento y monitoreo a toda la región del Sudeste Chiquitano, el planteamiento de todos estos proyectos de infraestructura no solo tienen que ver con el hierro. De hecho, el acero producido por la Planta Siderúrgica del Mutún, será destinado principalmente al mercado nacional, según los planes anunciados por la Empresa Siderúrgica del Mutún. En ese sentido, dice Balcázar, el puerto está claramente ligado a la producción agroindustrial, específicamente al mercado de la soya, ya que desde Puerto Busch se podría mover mucha más carga. En concreto, se calcula que unas 20 millones de toneladas anuales podrían ser transportadas por el río Paraguay. Esto, asegura la experta, “está implicando mayor deforestación en toda la región, para que luego todo salga por el área protegida”.
La amenaza del asfalto en Otuquis
El camino que conduce desde el yacimiento de hierro en el cerro Mutún hasta el río Paraguay pasa por medio del parque Otuquis. Aunque dicha ruta cuenta con un derecho de vía preexistente puesto que fue construida a inicios de los años setenta, es decir, más de dos décadas antes de que se declarara el área protegida, lo que preocupa a los expertos son los planes que hay para asfaltarla.
A pesar de que los anuncios de revestimiento del camino con pavimento rígido iniciaron en 2005 y todavía no se concretan, especialistas aseguran que el riesgo continúa latente toda vez que se trata de un proyecto cuyo diseño final está aprobado por el Ministerio de Obras Públicas.
Pero ¿por qué preocupan estos planes? El estudio elaborado por WWF asegura que ya las condiciones actuales del camino han alterado la dinámica hídrica del pantano. La principal razón es que la ruta actúa como un gran dique de 100 km y asfaltarla no hará más que intensificar los impactos que ya existen.
“No se puede construir una carretera, podría ser un viaducto, un pedraplén que permita que el agua fluya, pero no se debe asfaltar porque se desestructuraría todo el sistema hídrico”, dice Rebolledo. “Habría un impacto ambiental fuerte para la fauna y un impacto económico permanente por el mantenimiento”, asegura.
Sucede que el Pantanal se mueve de acuerdo a la dinámica del río Paraguay que no se comporta como el resto de los ríos, explica la experta. Es inusual, impredecible, y en algunas épocas todo el Triángulo Dionisio Foianini — el área ubicada en la frontera de Bolivia con Brasil y Paraguay— queda bajo inundación de uno a varios metros de profundidad, indica.
Además, otro gran problema que advierte Rebolledo es que con un camino asfaltado “probablemente empezará a aparecer gente reclamando tierra”. De hecho, la especialista asegura que ya están apareciendo personas que aseguran ser “dueñas” de extensiones de tierra aún cuando al momento de la creación del área protegida “no había un solo propietario, sólo la Naval”.
Por otra parte, según los expertos, el revestimiento del camino intensificará un problema que ya existe: los atropellos. Si bien los guardaparques no tienen un registro sistematizado de la cantidad de animales que mueren en esta ruta, aseguran que es algo que sucede todos los días. De hecho, en las fotografías que ellos hacen para registrar la problemática, es posible ver zorros, aves de distintas especies, serpientes e incluso un ocelote encontrado recientemente.
“El atropellamiento de fauna es grave. Para colmo la dirección del área protegida ha autorizado el tráfico vehicular desde las 5:00 hasta las 21:00 horas. No han escuchado las recomendaciones de los guardaparques y no están pensando en las consecuencias. La fauna está siendo tremendamente afectada. El área protegida cede y cede y no hay un equilibrio”, lamentó uno de los guardaparques que conversó bajo reserva con Mongabay Latam.
Todo eso sucede a pesar de que el Programa de Prevención y Mitigación del EEIA, sostiene que “se deben seguir los procedimientos establecidos por la empresa en lo que respecta a vehículos, seguridad vehicular y vial, lo que evitará que los animales silvestres y/o domésticos sean embestidos y perturbados”.
Para el biólogo Juan Carlos Catari, que no haya un registro de los animales atropellados es un indicador de que las cosas no se están realizando como es debido. “Al ser un área protegida tiene que haber un plan de monitoreo de la biodiversidad”, advierte. En concreto, precisa, un profesional en biología debería estar monitoreando fauna de forma permanente, llevar un registro de atropellos y en base a esos datos construir las medidas de mitigación. “Los EEIA no pueden ser elaborados con datos de bibliografía, se deben hacer relevamientos in situ tanto en época seca como en época húmeda”, enfatizó.
Según datos del Servicio Nacional de Áreas Protegidas (Sernap), los días de mayor tráfico —que coincide con los fines de semana y feriados— ingresan al área aproximadamente 60 motorizados, de los cuales 35 son de las distintas empresas: Sinosteel que está a cargo de la construcción de la Planta Siderúrgica del Mutún y su subsidiaria Sinohydro que está construyendo el acueducto; ABC encargada del mantenimiento del camino; la Administradora de Servicios Portuarios que está construyendo un muelle; además de todas las otras prestadoras de servicios a estas empresas.
Para poder controlar los problemas, Cleidy Peinado, quien fue la directora del Área Protegida mientras se realizaba este reportaje, aseguró que se están realizando inspecciones para que se cumplan las licencias ambientales y que la dirección del parque está trabajando un reglamento de circulación vehicular que será socializado con todas las empresas. Además, señaló que para controlar la velocidad, “se está buscando financiamiento para instalar cámaras de control y mejorar la señalética”.
Todas estas afectaciones ocurren en Otuquis a pesar de que el Decreto de Creación del área protegida establece que no deben otorgarse derechos sobre ninguna actividad que atente contra los recursos del área y conservación de la misma, sujeta a las penalidades señaladas en la Ley del Medio Ambiente. ¿Por qué?
Sucede que en octubre de 2019, se decretó la Ley 1243 de Desarrollo Integral de Puerto Busch que tiene por objeto establecer el marco normativo para promover inversiones, industria y comercio en Puerto Busch y otros nuevos puertos en la Provincia Germán Busch. La fuerza de esa ley, que se impone por sobre el Decreto de Creación del área protegida, se ampara en el Artículo 262 de la Constitución que sostiene, a su vez, que es deber del Estado asegurar la integridad territorial, la preservación y el desarrollo de zonas fronterizas
Es por eso que todas las obras que se están realizando en el área protegida cuentan en este momento con las debidas licencias ambientales. Para Rebolledo, no obstante, “lo que está sucediendo en esta área protegida es totalmente antiético”. “No queda duda que hay complicidad en la destrucción de nuestro patrimonio natural”, dice. Ni la categoría de parque nacional ni el reconocimiento como sitio Ramsar —un humedal designado como de importancia internacional— han logrado otorgarle una verdadera protección a Otuquis. “Con el terraplén han partido en dos este ecosistema de sabana y resulta que todos tienen permiso, como si este no fuera un Parque Nacional”, se queja uno de los guardaparques que conversó con Mongabay Latam. “No sabemos a ciencia cierta a cuantas especies dañamos al quemar o al construir todas esas obras. El proyecto del asfalto hasta ahora no ha sido posible, pero es una amenaza latente. La población y las autoridades deben analizar todo lo que está sucediendo en Otuquis, aún estamos a tiempo”.