Un año para reflexionar

Un año para reflexionar: Entre incendios y inundaciones, la naturaleza nos envía señales de alarma. En Bolivia, la conversación recurrente sobre los desafíos ambientales exige decisiones urgentes y sostenibles.

Editorial La Región/ diciembre 2023

Que los incendios forestales se han convertido en una conversación recurrente en Bolivia en los últimos años, debiera dar pie a tomar decisiones. Expertos, instituciones públicas y privadas, organizaciones gubernamentales, y la sociedad en su conjunto son conscientes de que, si bien el fuego es una herramienta en determinadas regiones, el descontrol que causa debido a diversos factores se ha convertido no solo en un riesgo para la biodiversidad, sino para la salud de la ciudadanía en su conjunto.

Y si algo hay que aprender de ello es que ninguna acción humana es posible sin medir impactos ambientales y hablar de sostenibilidad. Este año, como en el último quinquenio, el repudio social ha sido mucho más efectivo que los llamados tomadores de decisiones o autoridades nacionales y subnacionales frente a hechos que no solo duelen ante la vista, sino que repercuten en la vida cotidiana en su conjunto.

Mientras hace menos de un mes, bosques amazónicos del norte paceño se quemaban como consecuencia de sequías extremas, vientos fuertes y descontrol de los llamados “chaqueos”, ahora el tema en la misma zona tiene que ver con inundaciones, como consecuencia de lluvias prolongadas. En ambos casos, lamentablemente, la pérdida de bosque como consecuencia de deforestación e incendios, tienen mucho que ver en ello.

Si, además, a todo este “paquete” le sumamos la contaminación de los ríos por mercurio, tenemos el “kit” perfecto de desastre ambiental por donde se mire. Y no es que todo esto haya ocurrido solo este año, pero sí es cierto que cada vez más gente —por fin— toma conciencia al respecto.

Por fortuna para la madre naturaleza, los pedidos sin sentido de mineros que buscan legalizar su presencia en áreas protegidas coincidieron con los incendios y la sequía en el norte paceño. De no haber sido por ello y aquellas fuertes revelaciones científicas de cómo el mercurio está afectando a pueblos indígenas que se alimentan de peces de esos ríos, tendríamos —una vez más— a un sector poderoso por encima del resto, que logra sus cometidos.

El “broche de oro”, sin embargo, lo puso el mismo sector al regalar a los socios de una cooperativa vehículos de una marca reconocida, muy lujosos y costosos, como una manera de jactarse del buen dinero que se gana en el rubro a costa del agua dulce, los peces y la pérdida de territorio de comunidades indígenas.

Sí, fue un año duro y el próximo no será mejor en temas ambientales si ese repudio de la sociedad civil no es tomado en cuenta por los gobernantes. Ya no se trata de un tema político/partidario únicamente, se trata de la vida, y es evidente que la falta de agua o las inundaciones, no discriminan ni por color político, menos por el lugar donde se vive. Nos toca a todos, y todos estamos en la misión de hacernos cargo.