Dicen que para ver la magnificencia de la cultura Tiwanaku en todo su esplendor se tendría que desenterrar todo el imperio. Que por donde se excave en este municipio situado a 71 kilómetros de La Paz, se encuentran vestigios de diferentes períodos. Que, hasta ahora, los investigadores le dedicaron muchas horas, días, años a estudiar a una civilización solo comparable con Egipto. Pero que no se ha dedicado el tiempo suficiente para saber: ¿por qué en el esplendor de su tiempo desapareció aquel imperio?, ¿por qué sus habitantes abandonaron el lugar?, ¿qué pasó en la transición previa a la llegada de los Incas?
Esas y otras preguntas actualmente son estudiadas por tesistas de la carrera de Arqueología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), quienes acompañados de eminencias como Francois Cuynet, investigador de la Universidad La Sorbona de Francia, buscan resolver enigmas como los planteados. Esta vez lo hacen con vestigios encontrados en excavaciones realizadas hace más de cinco años, utilizando nuevas herramientas que podrían —incluso— cambiar algunas líneas de la historia.
Conoce cinco de estas investigaciones.
¿Ofrendas para enfrentar la sequía?
Janeht Mamani Mainaza (33) es originaria del ayllu Achaca. Entre 2018 y 2022, en su comunidad, el arqueólogo francés Francois Cuynet encontró 13 piezas de la cultura Pacajes, utilizadas para hacer ofrendas. En ese momento, Janeht aún era estudiante de primeros años, pero sabía que los hallazgos podrían contribuir a resolver un misterio: ¿qué pasó con la gente que vivía en Tiwanaku en el llamado período Intermedio Tardío (1100 dC- 1200 dC), antes que llegaran los Incas? Ya egresada, se contactó con el experto europeo y le pidió ayudarlo en sus estudios. Así surgió una hipótesis que, de comprobarse, mostraría cómo reaccionó un pueblo frente a un fenómeno climatológico como El Niño.
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“Mi hipótesis es que hubo una sequía por el fenómeno de El Niño, y que eso provocó una revuelta social en el pueblo. Como respuesta, se hicieron ofrendas humanas, entierros que se hacían junto a piezas de cerámica. Como ni eso resultó, hubo una revuelta social y Tiwanaku colapsó”, plantea Janeht.
El proyecto en el que trabajan Cuynet y Mamani se denomina Pukara – Tiwanaku y busca establecer cómo desapareció esta cultura y por qué la ciudad fue abandonada. Hasta ahora los estudios hablan de una destrucción total y el entierro intencional del monolito Bennett, así como de otros monumentos.
“Una de las hipótesis del doctor Cuynet es que la gente se fue, pero hubo personas que se quedaron viviendo en zonas aledañas. Los aymaras actuales tienen todavía sangre de Tiwanaku, aunque hay pruebas de que la lengua aymara llegó mucho después de la desaparición de Tiwanaku”, dice la investigadora.
En Achaca, ayllu originario de Tiahuanacu, hubo asentamientos de hace 1050 años atrás, durante la transición previa a la llegada de los Incas, o el Intermedio Tardío, como se conoce a este período.
Hasta ahora, la mayoría de los investigadores enfocó sus estudios en la cultura, pero no así en el colapso. La reconstrucción de las vasijas encontradas —de colores café, naranja, negro, y rojizo, decoradas con líneas onduladas, rectas, y algunas más toscas— permitirá responder a muchas preguntas.
Incluso la ubicación de donde fueron encontradas, permite hablar de “conflictos internos” de grupos de personas que se asentaron fuera del centro de Tiwanaku, en faldas de cerros como el Quimsachata, y que se dispersaron hasta el río Desaguadero, actual frontera con Perú. Esto puede evidenciar que la gente se atrincheró después del colapso en zonas altas.
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“Una de las teorías es que hubo una sequía y la gente no pudo mantener el modo de vida que tenía, eso generó una revuelta social. Entonces se fueron dispersando y formando sus propias culturas segmentarias. Son pequeños grupos, cuya cerámica ya no tiene acabados finos, como la tiwanakota, esta es más tosca. Portugal y otros autores la describieron (esta cerámica tosca) como parte de la cultura Pacajes, que duró de 1150 a 1570, aproximadamente”, afirma Mamani.
Las piezas que actualmente la tesista restaura para saber su forma pudieron haber contenido chicha, según análisis realizados. Las mismas estarían asociadas con ofrendas humanas, según los vestigios encontrados.
“La gente que no era parte de la élite, no estaba de acuerdo con la forma de gobierno porque había mucho abuso. Aparte se cree que la sequía era insostenible. Eso ocurrió en el período Intermedio-Tardío, porque es la transición de unos 400 años, entre el colapso de Tiwanaku y la llegada del Inca, lo cual da lugar a un período llamado Inca-Pacajes, cuando el inca somete a los señoríos aymaras”. Esta hipótesis se sostiene por la iconografía encontrada en la cerámica y esculturas de piedra, que muestran hombres con hachas y cabezas decapitadas.
Las muestras arqueológicas que estudia Janeht tienen códigos, el año de descubrimiento y el lugar del hallazgo, a siete kilómetros de Achaca. El sector se llama Wila Cotaña, que en español se traduce como “lago de sangre”.
Las ofrendas y sacrificios humanos que “hablan” de causas ideológicas, políticas y sociales
Fabricio Alfaro también es parte del proyecto Pucara-Tiwanaku y sus estudios se enfocan en los restos óseos encontrados junto a las cerámicas que estudia Janeht Mamani.
En su caso, el tesista está enfocado en conocer las causas ideológicas, políticas, sociales “e incluso religiosas” que pudieron haber llevado a la desaparición de Tiwanaku.
También bajo la dirección del investigador Francois Cuynet, Fabricio trasladó el material encontrado a La Paz para su limpieza. “Una vez excavado, (el material óseo) se limpia el exceso de tierra y se procede al análisis comparativo con esqueletos de referencia”, explica.
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Para el análisis, lo primero que se analizará serán marcas hepáticas y si existe algún tipo de corte en las epífisis (extremos de los huesos largos), recién entonces se planteará una hipótesis.
El otro paso es indagar sobre el estatus social que hubieran tenido estas personas, para ello, Alfaro registrará el sexo, la edad y las posibles causas de muertes, patologías o traumas en vida, de esa manera se comprenderá por qué había restos de brazos, cráneos y rituales en monumentos arquitectónicos.
¿Una cerámica especial para los sacrificios humanos?
Por los vestigios encontrados en diferentes excavaciones y sitios, es evidente que, aunque los autores prefieren no referirse al tema, en Tiwanaku hubo sacrificios humanos. Por lo menos así se desprende de hallazgos con piezas cada vez más llamativas por su tamaño y diseño.
Es el caso de un material excavado en 1958, el cual fue clasificado y codificado sin que hasta ahora se hubiera estudiado su contexto.
Luis Viviani, tesista de Arqueología, se interesó por piezas de miniatura que, hasta ahora, fueron asociadas al ajuar del entierro de un ser humano. Según parte de su hipótesis, en realidad el ser humano sería la ofrenda.
Esto porque en otras piezas halladas en 2010, en cuya excavación Viviani estuvo presente, se encontró todos los elementos de estos rituales, denominados Capacocha o sacrificio humano.
“Mi tema como tal es la cerámica ritual inca, territorialidad, ideología y poder, que es lo que transmite este conjunto de piezas. Tenemos antecedentes en un sitio muy importante llamado Pacha Kamaj, que era un lugar sagrado. Los incas, al igual que en Tiwanaku, llegaron y lo reconfiguraron arquitectónicamente”, plantea.
En este caso se trataría de ofrendas incas en las que además de cerámica hay metales como parte de un entierro humano. “El equipo de excavación que encontró estas piezas en la Pirámide de Puma Punku hipotetizó que fue una ceremonia”, dice Viviani.
Ya en la década de 2000, el proyecto arqueológico Puma Punku-Akapana encontró una ofrenda similar. Esa información le permitió al tesista asumir que los sacrificios humanos eran una práctica “más frecuente de lo previsto”. Hasta ese momento, (la época Inca 1470 a 1530-40 dJC), se tenía la idea que el sitio arqueológico estaba abandonado luego del intermedio tardío. Pero con esta investigación se demostraría que existió actividad antes de la llegada de los incas. “Existe una actividad que reconfiguró la ideología política en ese momento y la realización de estas ofrendas era la representación de relaciones de poder, según mi hipótesis. Los incas sentaban principios de territorialidad mediante la conquista”, explica.
Lo interesante de esta investigación, a partir de la cerámica, es el hallazgo de áreas de actividad ritual inca en templos que se creía abandonados, como el Kalasasaya. Esto lleva a pensar en que pueblos asentados en esta región fueron incorporados por los incas, primero de forma pacífica, luego mediante un ejército. “Este tipo de ofrendas de seres humanos, con todo un ajuar finamente elaborado, se daban para sellar este tipo de alianzas”.
Varias de las ofrendas encontradas en las excavaciones están en el museo de Tiwanaku. Junto a una de ellas se hallaron estatuillas elaboradas con conchas de Spondylus, un material poco accesible ya que se encuentra en el fondo del mar de la actual costa de Ecuador. Estas reliquias junto a las cerámicas en miniatura se elaboraban con el único y exclusivo fin de ser enterradas con la ofrenda. “Este tipo de piezas van a dar información valiosa sobre este nuevo rol de Tiwanaku tras la llegada de los incas”.
“Recicladores” de restos de animales
La arqueozoología es una disciplina científica que estudia restos de fauna recuperada en sitios donde hubo actividad humana. En el caso de Tiwanaku, hallazgos sorprendentes como caballitos de mar todavía son un misterio respecto a su origen y cómo llegaron hasta allí, ya que solo se encuentran en la costa del Perú, hasta la región meridional.
Adrián Orozco, guiado por la destacada arqueóloga boliviana Claudia Rivera Casanovas, decidió analizar restos de esta naturaleza excavados en un sitio llamado Chiji jawira, situado al este de la pirámide de Akapana. Tales materiales se encontraron en la década de los 90, pero no fue hasta ahora que, gracias a nueva tecnología, se podrá conocer los contextos.
Por los vestigios se tiene que Tiwanaku era como una ciudad en cuyo centro estaba la citada pirámide. En los alrededores, se supone que había barrios, en uno de los cuales se trabajaba con cerámica estilizada para el uso cotidiano.
La evidencia muestra que la gente que vivía allí provenía o tenía contacto con lo que hoy se conoce como los valles cochabambinos y el sur del país. Orozco plantea que los ceramistas utilizaban instrumentos elaboradas con restos óseos de animales.
“Los restos faunísticos, en su mayoría de camélidos, se aprovechaban al máximo. Aparte de hacer herramientas, alisadores y otros, lo sobrante se utilizaba para avivar el fuego. Como era un barrio de alfareros, cocinaban cerámica en grandes cantidades cuando hacía viento. Por eso se encontraron pozos de basura inmensos, con grandes cantidades de huesos quemados, cerámica sobrecocida, mal cocida o fracturada”, explica.
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Actualmente es posible ver incluso huesos de microfauna al microscopio para identificarla, y así comprobar el contacto con gente de otras zonas, por ejemplo. De esa manera se puede comprender cómo los habitantes de la época se relacionaban con el ambiente. “No solo se alimentaban de camélidos, cazaban vizcachas u otros mamíferos, pescaban peces pequeños”.
Alisadores para pulir cerámica, herramientas para tejido, agujas, hilanderos e incluso piezas para tallar piedra, todo eso y más era hecho por gente que conocía la dureza de los huesos y no desaprovechaba absolutamente nada de los animales que consumía.
“Creo que en gran medida ya reciclaban o reutilizaban, porque aprovechaban al máximo todas las piezas de los animales. Imagino que tenían hasta cucharones de huesos”, finaliza Adrián.
La expansión de Tiwanaku y el consumo de la chicha
Vladimir Flores Ramos es arqueólogo del Centro de Investigaciones Arqueológicas, Antropológicas y Administración de Tiwanaku (CIAAAT). En su caso ya ha llevado adelante varias investigaciones, aunque la que actualmente le ocupa está relacionada con su pasión por la gastronomía.
Se trata de un planteamiento que une la expansión de la cultura Tiwanakota con la fiesta, el consumo de chicha y una forma de entretenimiento ligada al tema político y religioso.
Para su estudio cuenta con cántaros inmensos, de acabado fino, para almacenar aquella bebida fermentada de maíz. Pese a que la iconografía es abstracta, estos trabajos pueden acercarse a algunos significados.
“Vemos la importancia de la chicha de maíz para cosas específicas; un maíz importado desde valles que era endulzado con miel. Podemos pensar en grandes fiestas, en las cuales había hasta mariscos en determinadas fechas. Desde las conchas de Espondilus, que provienen de la costa de Ecuador, caracoles; elementos que nos muestran un contacto con la Amazonia. Ellos conocían bufeos, tapires”, dice Vladimir.
En el caso de la chicha, una hipótesis es que se mezclaba con psicotrópicos como el cevil, willca o Anadenanthera colubrina. Todo aquello, ligado a la música y la fastuosidad del lugar hablan de fiestas para demostrar el poder y el estatus.
Los estudios se basan en Tiwanaku IV, el esplendor, cuando la cultura empezaba a expandirse. Se cree que ese momento se derrochaba comida y bebida, de ahí que los cántaros en los que tranquilamente entra una persona de pie estaban semienterrados.
“La cocción (de la chicha) es muy interesante, no sabemos cómo la hacían, pero hay marcas en la cerámica, que muestran que sabían mantener las temperaturas correctas para la fermentación. Es cerámica fina, que no necesitaba ser lavada, sino solo limpiada, como actualmente se elabora chicha en Cochabamba”.
En Tiahuanacu se hizo intentos por cultivar maíz similar al que se produce en los valles, en el afán de demostrar ciertas teorías. El fracaso fue una prueba de que para elaborar la bebida se trasladaba cantidades ingentes del grano.
“Estoy tratando de comprobar la importancia del consumo de la chicha de maíz, el cevil y la música. Grandes fiestas que se daban al este de (la pirámide de) Akapana, porque se ha encontrado fogones que tenían una temperatura permanente de 25 grados”.
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