Cochabamba: entre su museo de historia natural o un centro de convenciones, ¿qué es más necesario?

Científicos, expertos en patrimonio, urbanistas y abogados explican por qué en el contexto actual, es mejor conservar el Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny, antes que trasladarlo para edificar una obra de gran envergadura.

Allá por el siglo XIX, en Cochabamba, Cala Cala era un valle muy valorado por su “belleza y fertilidad”; un lugar de “innumerables arroyos y vertientes de agua”, según describe en un artículo el diario local Los Tiempos. Eso llevó a familias ricas a construir sus casas de campo en aquella zona que -por entonces- quedaba fuera de la ciudad. La estructura era: una extensa área verde, árboles frondosos y el inmueble en el fondo. De esa época de oro, en la zona hoy apenas quedan dos inmuebles de gran envergadura con esas características: el Palacio Portales y el Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny, situado un kilómetro al noreste de entrada a Cala Cala. El resto es cemento.

Precisamente en los predios de este último, la Alcaldía de Cochabamba anunció la construcción del Palacio Municipal de Convenciones; una edificación para “2.500 a 3.000 usuarios”, refiere la convocatoria a un concurso de proyectos que lanzó la Secretaría de Planificación y Medio Ambiente. El documento detalla respecto al aforo: “esto debería ser una referencia para la distribución de las salas de exposiciones, conferencias, reuniones, etc. en su capacidad a plenitud”.

A finales del año pasado se anunció al ganador se conoció la intensión de trasladar el Museo d’Orbigny a instalaciones del Jardín Botánico, para ejecutar la obra. Según el municipio, los herederos de la familia Haas, a la que se le expropiaron estos terrenos en 1994, interpusieron una demanda de nulidad de expropiación y reivindicación “porque no se cumplió con la necesidad y utilidad pública (…), que era la construcción del Centro de Convenciones”, refiere una nota de Red Uno.

La situación ha dividido opiniones entre instituciones, ciudadanía y funcionarios ediles, así como concejales del municipio. Frente a ello, La Región consultó con expertos en diversas áreas, quienes expusieron razones técnicas para defender la actual ubicación del Museo, frente a los argumentos del Gobierno Municipal, que también serán planteados.

Desde la ciencia

El Centro K’ayra acoge a 450 ranas vivas, de cinco especies, entre ellas la famosa rana de Sehuencas, única en el mundo. Foto: Teresa Camacho

Si bien gran parte de la ciudadanía cochabambina sabe del Museo d’Orbigny por sus muestras mineralógicas, paleontológicas o arqueológicas; pocos conocen sus otros roles. Uno de ellos, quizá el más importante para la conservación de especies en peligro de extinción, es el de hacer ciencia.

El departamento de Herpetología, por ejemplo, maneja proyectos de investigación, mantiene colecciones científicas y cuenta con el Centro K’ayra, vital para la conservación de anfibios de Bolivia.

En el caso de este último, sus principales ambientes están adaptados para controlar la temperatura (entre 11 y 15 grados centígrados) en acuarios que albergan alrededor de 450 ranas vivas. Asimismo, un sistema de cañerías para llevar los desechos a tanques de desinfección. También tiene un bioterio o espacio donde se cría insectos, lombrices y un vivero, para tener comida suficiente para los individuos. Por último, un área de cuarentena, donde se recibe a las ranas que llegan del campo o necesitan tratamiento veterinario.

Teresa Camacho, responsable del departamento de Herpetología, explica que un posible traslado, solo en el caso del Centro K´ayra, demandaría bastante tiempo en planificación y preparación. Además, al ser un centro de Custodia de Fauna Silvestre, el trabajo debe seguir protocolos, como indican las normas del Ministerio de Medio Ambiente y Aguas.

La logística involucraría a biólogos, veterinarios, técnicos eléctricos y plomeros, entre otros. Al tratarse de especies tan amenazadas e importantes como la rana Romeo, involucraría instituciones nacionales e internacionales, así como a autoridades medioambientales. “Cuando las ranas se estresan, no se reproducen y eso es un riesgo tomando en cuenta el traslado de Romeo y Julieta”, explica la experta.

Respecto a las colecciones, cada individuo es como un libro que cuenta historias. Por eso debe estar en las mejores condiciones para investigaciones futuras. “No es un simple almacenaje. Dentro de las colecciones incluso hay nuevas especies esperando ser descubiertas y descritas. Lo ideal es mantenerlas en un ambiente oscuro y frio. No es lo mismo una exhibición que una colección”.

Desde el patrimonio

Para Sdenka Fuentes Reyes, presidenta de la Sociedad de Estudios Históricos Patrimonio y Restauración (SEHIPRE) del Colegio de Arquitectos de Cochabamba, el Museo tiene la categoría de “Patrimonio inmueble”, lo cual significa que no se puede mover. “Estamos hablando del museo y del espacio que contiene al museo (el terreno)”. Su apreciación se basa en la Ley 593, de 2014, que declaró al Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny “Patrimonio Material Inmueble del Estado Plurinacional”.

Más allá de ello, el espacio en sí tiene varios valores a tomar en cuenta. En el caso de la infraestructura, tiene dos plantas, una escalera interior, detalles en fachada y también en la puerta. Su construcción data de 1920, según Fuentes, por lo que su valoración es arquitectónica y artística. Pero a la vez tiene otro valor que es contener a otro patrimonio, que es el museo. “No podemos hablar de la casa sin el predio, la casa no está volando”, arguye.

En cuanto a la ubicación, el museo se encuentra emplazado en la denominada Gran Manzana de Cochabamba, porque en una misma cuadra acoge al Palacio Portales, el museo de la Recoleta y el Alcide d’Orbigny. Finalmente, el otro valor que tiene es ecológico, ya que es un área verde y un corredor ecológico.

Desde la ecología

El sitio donde está el Museo d’Orbigny es un vergel en medio de una selva de cemento. Junto al Palacio Portales forman parte de los pocos espacios verdes que quedan en la ciudad. Foto: Captura de video de Robin Moore, Global Wildlife Conservation

El corredor biológico al que se refiere la experta es un conector ecológico entre el Parque Nacional Tunari y la Laguna Alalay, en la ciudad. Es un ecosistema denominado Bosque Boliviano-Tucumano, que va de Cochabamba hasta Argentina. Su conservación es vital para permitir el paso de aves migratorias.

En estos predios hay 44 especies de árboles, entre las que destacan el jacarandá y el chillijchi. En fauna, alrededor de 40 especies de aves, tres especies de murciélagos y dos especies de anfibios. A esto se suman varias especies de invertebrados y plantas. El predio es -además- un área verde fundamental, de las pocas que han logrado sobrevivir al crecimiento urbano, ya que el municipio tiene un alarmante déficit de cobertura vegetal urbana: solo 2.58 por ciento de la superficie urbana, según el Plan Maestro de Forestación y Reforestación.

Denis de la Barra, ingeniero en desarrollo sostenible y agrónomo, asegura que este tipo de lugares mantienen el equilibrio ecológico, porque, aunque no se perciba, los árboles están interactuando con el ser humano al capturar dióxido de carbono y brindar refugio para las aves.

“Eso es un pequeño vergel, conjuntamente con el Palacio Portales. Es fundamental para el equilibrio, más en Cochabamba que no tiene circulación del aire como sucede en otras ciudades. Tener estos pulmones ayuda mucho al bienestar de la población y de la fauna”, dice.

Desde el urbanismo

La casa donde está el Museo está rodeada de árboles que, a su vez, albergan aves y otras especies de animales. Foto: Denis de la Barra.

Pero hay otro aspecto, el urbanístico, que también debiera ser analizado. Juan Edson Cabrera, miembro de la Sociedad de Estudios Urbanos y Regionales del Colegio de Arquitectos de Cochabamba, cuenta que la idea de construir el centro de convenciones surgió en los años 90. Precisamente en el gobierno municipal de Manfred Reyes Villa se expropió el terreno para ese fin.

“En ese momento, imaginamos que la prioridad para la ciudad era esa. En la actualidad este tipo de infraestructura no se justifica, dado que el sector privado ha salvado esas necesidades. Tenemos una serie de hoteles, desde el Regina, en Tiquipaya; hasta el Hotel Cochabamba, que está a pocas cuadras (del Museo d’Orbigny)”, enumera.

Por otro lado -analiza- una edificación de esa envergadura (para más de dos mil personas) supondría una serie de cargas urbanas alrededor. Por ejemplo, la masificación del transporte en una zona de por sí complicada para el tráfico Enfrente está la Universidad, cerca del IC Norte, es una zona de alto tráfico. “Estamos pensando que -hipotéticamente- solo 500 de esas dos mil personas vayan en un coche, no habría espacio para albergar tal cantidad”, afirma.

En el sector también hay problemas de alcantarillado y falta de agua. Los vivientes de los edificios la compran de carros aguateros.

El otro factor es que gran parte de la infraestructura a cargo del sector público no necesariamente funciona. ¿Qué ha pasado con el Velódromo, la infraestructura para los Juegos Bolivarianos?, pregunta.

Respecto a la exigencia de la familia Haas, que arguye que, al no construirse el Centro de Convenciones, la expropiación queda sin efecto, para Cabrera el municipio debe disputar este espacio, ya que no es cierto que solo se puede dar la figura con un fin. “Cuando el Hipódromo (de Cochabamba) se expropió, tenía que hacerse el famoso batán famoso. Han pasado menos años y el Gobierno Departamental cambió de proyecto y ahora está previendo hacer una megainfraestructura hospitalaria”.

Desde lo legal

Deyby Montenegro, especialista en derecho ambiental y biodiversidad, asegura que dentro de la Constitución Política del Estado se identifica dos tipos de patrimonio: cultural inmueble material y el patrimonio natural. La Ley 593 los menciona a ambos, asegura. “Los bienes muebles por las piezas arqueológicas, líticas y paleontológicas que tiene y las piezas naturales está representadas por la rana Romeo y otras cinco especies que tiene el museo. Romeo es única en el mundo y corre el tiempo de desaparecer”, advierte.

En las salas de exhibición hay piezas únicas no solo de ejemplares animales, sino paleontológicas y mineralógicas. Foto: Sdenka Fuentes

Desde su perspectiva, la Alcaldía no ha ofrecido condiciones técnicas para preservar el bien natural. “Está ofreciendo el jardín botánico, que no tiene infraestructura adecuada para un museo. Mencionan que, si no se construye el centro de convenciones, se va a revertir, y eso es una falacia”.

Frente a la situación, más allá de la campaña que inició la sociedad civil, instituciones y grupos de ambientalistas, desde el Colectivo No a la Tala se analiza presentar una demanda como última instancia. “Estamos pidiendo la cultura de paz, que se llegue a un acuerdo en beneficio para los cochabambinos. Lo óptimo sería que se respete el patrimonio natural, inmueble y el ecosistema dentro del museo”.

Los argumentos de la Alcaldía

El pasado jueves 20, en el espacio de Twitter del municipio -@gam_cochabamba- se transmitió una conversación en la que se planteó los argumentos tanto para el traslado del Museo como la construcción del centro de convenciones.

En una cronología de los hechos, Juan José Ayaviri, exdirector de Patrimonio Cultural y exsecretario de Cultura del municipio, detalló que ya en 1970 Cochabamba tenía el Museo Municipal de Historia Natural, que funcionaba en el cuarto piso de la Casa de la Cultura.

En la década de los 90, dado que las condiciones no eran las adecuadas para la conservación de las muestras, se lo trasladó a la Casona Santibáñez. Paralelamente, en 1994, la ordenanza municipal 1473/94 aprobó la expropiación del inmueble de la familia Haas, una extensión de 9.888 metros de superficie, con destino a la construcción de un Centro de Convenciones.

Sin embargo, en 1997 al ver el deterioro de las piezas, la Alcaldía firma un convenio con la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) y la Fundación para la Ciencia. Las tres instituciones debían trabajar para “revitalizar y dar uso a las piezas, que además tenían que ser sujetos de investigaciones”.

La rata chinchilla boliviana (Abrocoma boliviensis) es una especie endémica en peligro crítico de extinción. El Museo d’Orbigny tiene un ejemplar único que es motivo de estudio para trabajar en su conservación. Foto: Ximena Velez-Liendo.

Para dar mayor comodidad a este trabajo -continúa- se cede “temporalmente” el actual inmueble, porque había necesidad de buscar otro ambiente. “Según el convenio y un par de resoluciones municipales, el museo tenía que ser trasladado al Jardín Botánico, que en ese momento tenía litigios legales con las Fuerzas Armadas”.

Basado en la ordenanza municipal 1493 /94, Ayaviri asegura que la expropiación se hizo con destino a la construcción del centro de convenciones y que el destino final del museo es el jardín botánico, en la zona de Muyurina. “El convenio especifica dónde va a terminar este museo y lo firma el vicerrector (de la época) Augusto Argandoña”, dice.

En la voz de los expertos

“Espero que lo que está pasando, ayude a visibilizar no solo el trabajo del único Museo de Historia Natural nombrado patrimonio de Bolivia, sino de toda la investigación en nuestro país. Porque a pesar de todas las problemáticas, tiene increíbles investigadores dispuestos a aportar al conocimiento y crecimiento de Bolivia. Es hora que exista apoyo en todos los niveles para hacer crecer y apoyar a la investigación nacional”, Teresa Camacho Badani, máster en Biología de la Conservación en la Universidad Pontificia de Ecuador y en la División de Herpetología del Museo de Zoología QCAZ del mismo país. Ha sido reconocida por instancias regionales, departamentales y nacionales por su trabajo en investigación y conservación. También como Héroe de Conservación de Disney y Defensora de Anfibios del Arca de los Anfibios.

“Ahorita la prioridad para Cochabamba no es un centro de convenciones. Las prioridades de hace 20 años han cambiado, precisamente porque hace 20 años no sabíamos que nos iba a tocar una pandemia, donde está muriendo gente. El espacio público ahora ha adquirido un valor muy importante. Necesitamos espacios abiertos. Los niños han quedado encerrados, con clases virtuales, entonces tenemos que llevarlos a lugares abiertos”, Sdenka Fuentes Reyes, presidenta de la Sociedad de Estudios Históricos Patrimonio y Restauración (SEHIPRE) del Colegio de Arquitectos de Cochabamba, presidenta del Consejo Departamental de Culturas de Cochabamba y Consejera cultural titular de la Mesa de Patrimonio Material e Inmaterial.

“Hay cosas que no se justifican desde la perspectiva urbanística y arquitectónica. No podemos hacer cosas que no se necesitan. Más allá del tema ambiental, el museo, las especies, la rana, el tema urbano-arquitectónico, no tiene justificación técnica por ningún lado. El tema de fondo es: ¿necesitamos centro de convenciones?”, Juan Edson Cabrera, miembro de la Sociedad de Estudios Urbanos y Regionales del Colegio de Arquitectos de Cochabamba, investigador y docente universitario.

“Tener el apoyo de una institución científica como el Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny ha sido vital, porque para aplicar a financiamiento internacional y tratar de continuar lo poco que nos permiten hacer en ciencia, necesitamos una institución creíble. Los fondos apenas alcanzan para cubrir los gastos administrativos. Cada centavo va al campo, ni siquiera queda (dinero) para cubrir salarios decentes, es amor a la camiseta básicamente. Además, toda investigación debe tener un permiso científico aprobado por el Gobierno y eso se hace a través del Museo. (Un traslado), no es solo mover el lugar físico, es toda una logística. Actualmente el Museo está lleno de huecos, goteras. Con lo poco que se tiene, se tapa este huequito. La Alcaldía debería fortalecer su museo en ese sitio”, Ximena Vélez-Liendo, responsable del Programa Grandes Carnívoros. Es bióloga, con un doctorado en Ecología y Evolución en la Universidad de Amberes, Bélgica.

“Mucha gente no sabe que el museo no solo es un lugar para ver colecciones. Como investigadores, generamos proyectos y trabajamos constantemente en la conservación e investigación de mamíferos de Bolivia, muchos de los cuales están en peligro de extinción. Los distintos ingresos que generamos sirven para mantener estas colecciones ya que no recibimos ningún apoyo. Todo el material que conseguimos es financiado por el exterior. No nos apoya ni la Alcaldía, ni ninguna institución pública.  Ninguno de nosotros (en el área de Mastozoología) recibe un sueldo en sí, y hay personas que tienen que verificar constantemente que las muestras (que se conservan en alcohol y las secas) estén bien”, Romeo Rojas Estrada, investigador del área de Mastozoología. Biólogo, con una maestría en Ciencias de la Geoinformación y Observación de la Tierra en la UMSS.


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