Opinión

El año de la recuperación económica que no toma en cuenta la situación medioambiental

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La Región

Las publicidades son muy elocuentes. “Vamos a salir adelante”, “este es nuestro año”, “juntos podemos”. Casi todos tienen que ver con la recuperación económica que -por supuesto- necesita el país y el mundo en general como consecuencia de la Covid-19.

Todo aquello está ligado a apoyar la producción, aumentar las exportaciones, reactivar empresas que quizá pararon su marcha en 2020 por la pandemia. En fin, mover dinero. Y todo aquello sería perfecto, de no ser por todo el aparato que se mueve para generar más recursos, sin pensar en un futuro no tan lejano.

Como La Región, este año recorrimos prácticamente toda la Chiquitania, parte de la Amazonia boliviana, el Chaco cruceño y la zona lacustre paceña, entre otros destinos. En todos estos puntos, fuimos testigos de la deforestación, contaminación, incendios forestales y la sequía que se ha profundizado en los últimos años. Es posible que no se quiera ligar un tema con otro -economía y medio ambiente- pero no hace falta ser un experto para saber que ambos temas van de la mano.

Es evidente que los niveles de pobreza del país son preocupantes y hay que trabajar en mejorar esa situación. La realidad, sin embargo, nos muestra que el enfoque para hacerlo debe ser sostenible.

Todavía no se ha medido el impacto medioambiental que dejará la pandemia, pero basta ver la cantidad de materiales plásticos que se producen y desechan cada día. Ya en temas macro, estamos en una época en la que no solo se requiere pensar en cómo exportar más, sino cómo hacer que ello sea perdurable y que cuente con una mirada más humana.

En algún momento, los propios pueblos indígenas pasarán factura por cómo a nombre del progreso sus territorios se han visto invadidos sin planificación. Muchos llegan a las lágrimas al contar cómo su propia cultura está siendo relegada, porque las nuevas generaciones se ven obligadas a emigrar y convertirse en empleados de otros, cuando en realidad sus padres y abuelos estaban acostumbrados a vivir de lo que producían.

De hecho, ni siquiera los ahora directamente beneficiarios tienen el futuro asegurado si no se piensa en el bien común. ¿Cómo podrá, por ejemplo, un ganadero llevar más agua para sus reses si esta ya ni siquiera abastece para el consumo humano? Hay mucho por preguntarse, mucho por hacer, pero sobre todo, mucho por pensar y actuar. Estamos a tiempo.

Este texto corresponde al editorial del Anuario 2021 de nuestra revista digital.

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