Refugio de Abejas Nativas, al rescate de tesoros naturales en el Parque Nacional Cotapata

El emprendimiento está dentro de un área protegida situada en Nor Yungas, La Paz. Nació con el fin de salvar a las principales polinizadoras de cultivos de la zona, de los efectos del chaqueo

Un emprendimiento en La Paz salvar a las principales polinizadoras de cultivos de la zona, de los efectos del chaqueo y la deforestación,
Foto: Melina Achá

Estaba destinada a ser quemada o botada al río por la apertura de un camino, pero una alerta oportuna salvó su existencia. Es la historia de una colmena de abejas nativas, del género Scaptotrigona, registrada en el Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) Cotapata de Bolivia, donde varias especies de insectos están en constante riesgo por la invasión del ser humano a su hábitat. 

“Realmente nos ha costado traerla (la colmena), porque el tronco estaba mojado. Es una especie muy tranquila y su miel es de consumo; simplemente perjudicó el camino y nosotros la hemos traído”, dice Cynthia Callisaya, responsable de Sanidad del Eco-Refugio de Abejas Nativas. El espacio está dentro de Las Orquídeas Ecoparque, en la comunidad Santa Ana de Pacallo, municipio de Coroico, adonde se llega por carretera asfaltada en un recorrido de 82 kilómetros desde la ciudad de La Paz.

En el refugio o santuario, como algunos lo denominan, hay una variedad de colmenas nativas que estaban a punto de ser eliminadas. Otras prácticamente “resucitaron” tras sufrir efectos de chaqueos, agroquímicos, monocultivos, deforestación e intervención de maquinaria para proyectos de infraestructura urbana. 

Cynthia Callisaya explica a los visitantes la importancia de cuidar a las abejas.

Patty Poma, ingeniera agrónoma del refugio, recuerda que hace dos años rescataron parte de una colonia de abejas del género Oxitrigona, que hace su hogar bajo tierra de hasta ocho metros de profundidad, pero al quedar bajo un puente vehicular, el movimiento por el paso de los automóviles provocó que se desprendiera y rodara 100 metros a una planicie “totalmente partida, destrozada”. En esa oportunidad se recuperó una porción de abejas junto a su reina.

“Fue todo un reto para nosotros lograr que ellas se ambienten, porque viven bajo tierra; necesariamente teníamos que ponerlas en una caja de madera para hacer el seguimiento y darles alimentación diaria (miel y polen) durante un mes. A partir de ese tiempo empezaron a reconstruir todo, su reina comenzó a poner huevos, armaron toda su estructura interna, desde entonces son independientes, ya no necesitaron de nosotros. Las abejas reforzaron con barro su colmena de madera”, cuenta la experta, quien es parte del equipo que lleva adelante el emprendimiento.

Lamenta que “el hombre sea el primer enemigo de las abejas”, pero está segura, basada en su experiencia, que esta situación puede cambiar si se apela a la concienciación y sensibilización de la ciudadanía, sobre la protección del medio ambiente. Desde la creación del refugio, al menos en esa región, los comunarios aprendieron a llamar a estos profesionales antes de deshacerse de una colmena. Además, hay algunos que están dispuestos a recibir capacitaciones sobre la importancia de las abejas en la polinización, incluso los que ya tienen plantaciones de hoja de coca, uno de los principales monocultivos en los alrededores.

Los turistas que visitan este lugar tienen la oportunidad de disfrutar de una exuberante vegetación, con un clima subtropical de templado a cálido, y estar al tanto de la importancia de los servicios ecosistémicos de las abejas y de la miel que producen en su ardua coexistencia con el hombre.

De una variedad de animales polinizadores como las hormigas, murciélagos, mariposas, colibríes, algunas moscas, tijeretas y avispas, las abejas hacen el 75 por ciento de esa labor; de este total, un 35 por ciento son especies extranjeras, y el 40 por ciento corresponde a especies nativas o conocidas como abejas sin aguijón. En Bolivia existen 600 especies nativas, señala la responsable del área de Sanidad.  

Las nativas, en alusión a especies locales, pueden vivir de tres a seis meses y colocar de 15 a 150 huevos al día; mientras que las extranjeras (Apis mellifera), conocidas por su abundante producción de miel comercial, solo viven 45 días, pero colocan de 1.500 a 2.000 huevos al día.

Durante el recorrido los expertos cuentan a detalle las bondades de las diversas especies.
Durante el recorrido los visitantes aprenden las bondades de las abejas y pueden adquirir algunos productos que se comercializan para sostener el emprendimiento.

Todo depende de dónde está la alimentación, pues mientras más lejos esté se cansan más y tienen menos tiempo de vida. Cuando están expuestas a agroquímicos, las abejas mueren porque estos productos afectan su sistema nervioso y se olvidan dónde vivían, entonces “se mueren de cansancio, no de vejez”, apunta Callisaya.

En el Refugio de Abejas Nativas adaptan las condiciones para que las colmenas se recuperen y las abejas puedan enjambrar, es decir, constituir otras colonias e irse a otros sectores. Por esta razón, en todo el recorrido existen plantaciones de cítricos, como: mandarina, limón, naranja, toronja, maracuyá; arboles de palta, pacay y ceibo, al igual que especies florales y plantas aromáticas, como la huacataya, perejil, apio y orégano.

Si bien las abejas nativas tienen escasa producción de miel, son valoradas por sus nutrientes y su uso medicinal; por ejemplo, la Tetragonisca angustula —mejor conocida por sus nombres comunes: señorita amarilla, limoncito, charkita, angelita, rubita y españolita— es utilizada en la medicina tradicional para tratamientos de enfermedades oculares (conjuntivitis y cataratas).

En diversas partes del refugio se puede observar las condiciones que adaptan para el cuidado de las abejas.
En diversas partes del refugio se puede observar las condiciones que adaptan para el cuidado de las abejas.

“Su miel es muy cotizada porque es 10 veces mejor, la utilizan para problemas de los ojos (cataratas y conjuntivitis) y las úlceras; tiene la potencialidad de un antibiótico muy bueno”, destaca Callisaya. Un kilo de miel de esta especie puede llegar a costar Bs 2 mil. De acuerdo con un reporte del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) de hace 10 años, el principal importador de la miel nativa era Brasil, que compraba un volumen de 2.000 kilogramos.

Entre las especies rescatadas también está el capuri negro, que se adapta mejor en lugares húmedos, en árboles forestales cerca de ríos y ojos de agua. Por ello, cuando el registro de esas colonias es bajo, “significa que los Yungas se está secando, que estamos perdiendo agua, sobre todo por la deforestación. A través de un censo que se realizó hace 10 años se pudo conocer que en cada hectárea de este sector había hasta cinco colmenas, pero ahora son solo dos”, comenta Callisaya con preocupación.

En el recorrido, la tiula también tiene su espacio, se trata de la colmena de abejas en la que se produce una miel posiblemente alucinógena o tóxica. Los comunarios tienen miedo de tocarla y consumir su miel, por lo que también es objeto de rechazo.

Otra de las despreciadas es la jaira chuspi, conocida como mosquito flojo porque solo produce de tres a diez mililitros de miel por cosecha (dos veces al año), y la gente cree que no le sirve para comercializar, además suele ser agresiva ante sus detractores. Sin embargo, el propóleo que produce es de muy buena calidad.

Entre las pequeñas cajas de madera también están las que tienen orificios diminutos, denominadas hoteles, que albergan a las abejas solitarias. Ellas mismas desinfectan y limpian esos espacios antes de ingresar para depositar sus huevos. En el país existen más de 50 especies de este tipo.

En todo el trayecto, el zumbido característico de las abejas es constante, pero sin riesgo para el visitante porque las polinizadoras nativas tienen un aguijón atrofiado y sus mandíbulas, que son otro mecanismo de defensa, casi no provocan daños. Por esta razón, para no generar estrés en las abejas, las visitas son controladas y limitadas.

El ideal de “vivir en armonía con la naturaleza” brotó en el seno familiar

El Ecoparque Las Orquídeas apuesta al turismo sustentable para generar recursos que luego puedan ser utilizados en la labor de rescate y preservación de las abejas nativas. Uno de sus proyectos a corto plazo es convertirse en la primera fundación de Bolivia en esa tarea, asegura Eric Paredes, responsable de esta iniciativa que surgió hace más de diez años y que ahora tiene el apoyo de un equipo de profesionales voluntarios en diferentes áreas. “Tratamos de concienciar a la sociedad. Por otro lado, queremos usar los recursos del turismo sustentable para seguir investigando sobre el tema de las abejas”, señala Paredes.

El Ecoparque ofrece a sus visitantes un tour de un día que incluye un tradicional desayuno, una visita guiada por el santuario de las abejas, un taller sobre los diferentes tipos de miel y al final, la oportunidad de disfrutar de los columpios al vacío.

“Esta actividad la heredamos de nuestros papás, somos tres hermanos a los que nos enseñaron a vivir en armonía con la naturaleza y a conservarla, por eso empezamos a tener y cuidar diferentes especies de abejitas que conocimos cuando éramos niños. Con el pasar del tiempo nosotros ya tuvimos formación profesional y pudimos profundizar nuestro conocimiento sobre este tema, y ahora ya tenemos un equipo grande”, cuenta Paredes.

La labor de este grupo de profesionales no es fácil debido al crecimiento de los centros urbanos, la deforestación y también por la intervención de las personas que solo ven a las abejas desde una óptica mercantilista, es decir, solo quieren aprovecharse de ellas para obtener dinero.

A pesar de este panorama adverso, este grupo que ama la naturaleza tiene la visión de implementar en un futuro muy cercano un equipo de taxonomía para identificar la mayor cantidad de especies. Además, busca que este emprendimiento pueda ser aplicado en otros departamentos del país.