El legado de la bióloga que luchó por conservar al guanaco en Bolivia continúa de la mano de pueblos guaraníes

Érika Cuéllar trabajó durante más de diez años en el Chaco para investigar a un mamífero “en peligro crítico de extinción” en el país. Formó a comunarios como parabiólogos y muchos de ellos ahora siguen con la labor. Desde el occidente de Asia, donde ahora ella imparte clases, ve con orgullo cómo la semilla que sembró da grandes frutos.

En zonas como la Patagonia argentina, ver guanacos (Lama guanicoe) en grupos de hasta cien individuos o más, es algo normal. En Bolivia, observar a seis juntos, es un logro. Quizá por eso en la región, el estado de conservación de este camélido salvaje es de “preocupación menor”, pero en el Libro Rojo de la Fauna Silvestre de Vertebrados de Bolivia, es una especie “en peligro crítico de extinción”. De hecho, si nadie hubiese hecho nada al respecto, el país tendría a su segunda especie mamífera en esa categoría después de la chinchilla (Chinchilla brevicaudata).

Allá por 1996, una joven se graduaba como bióloga de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (Uagrm) de Santa Cruz. Se había propuesto evaluar la situación ecológica del Gran Chaco Boliviano, un bioma de bosque seco tropical de casi 128 mil kilómetros cuadrados; dos mil menos que la extensión territorial de toda Nicaragua, que tiene poco más de 130 mil. Al llegar, se dio cuenta que recorrer esa inmensidad para hacer investigación científica parecía imposible.

Lejos de verlo como un obstáculo, Érika Cuéllar, la joven, lo tomó como una oportunidad en la que necesitaba aliados. Qué mejor que gente del lugar; pueblos guaraníes, conocedores natos de su propio entorno. Fue así que de a poco empezó a trabajar en la formación de parabiólogos, técnicos capacitados en temas de biología de campo.

La bióloga Aideé Vargas, de Natura, junto a monitores comunales, en la zona donde habita el guanaco.

Aquella iniciativa, de involucrar a gente del lugar en la conservación, especialmente del guanaco, un mamífero que luego se convertiría en símbolo de la carrera de Érika; la llevó a ganar premios internacionales como el Rólex a la iniciativa, en 2017. También le valió ser nombrada exploradora de National Geographic, lo cual implica tener un propósito más allá de la sola exploración.

Fueron más de diez años de prácticamente vivir en el segundo bosque más grande de Sudamérica, que abarca territorios de Bolivia, Argentina y Paraguay, e invertir el dinero que recibía por los galardones en su apuesta por la capacitación de lugareños. Pero llegó un momento en que después de hacer un doctorado de Zoología en Oxford, la famosa Universidad británica, volvió a Bolivia y no conseguía trabajo.

El Ministerio de Ciencias de Argentina la contrató como consultora temporal, lo cual no le daba estabilidad laboral. Por ello en 2014, cuando en Omán -una nación de la península arábiga, al oeste de Asia- surgió una convocatoria para trabajar por once meses en investigación; postuló y obtuvo el cargo. Descubrir una nueva especie para esa nación (Seeketamys calurus, un roedor pequeño) le valió que la Universidad Sultán Qaboos la contrate definitivamente como docente e investigadora.

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Hoy alejada de Bolivia por trabajo, Érika Cuéllar se alegra cuando habla de la oportunidad que tiene de seguir aportando desde aquel lejano lugar. “Llevo dos años trabajando allá y me han renovado el contrato, así que por ahí me quedo hasta jubilarme”, dice a La Región por teléfono.

Está contenta. Hace poco volvió a Santa Cruz de vacaciones y a ver a su familia. Mantiene contacto con algunos parabiólogos que formó y sigue de cerca el trabajo que inició en el Gran Chaco, cuando gracias a sus estudios logró que Paraguay y Argentina se sumaran a su esfuerzo por conservar al guanaco en Bolivia. Para esos países, la especie no tiene la misma categoría de amenaza, pero al compartir el bioma, sí es un necesario conocer a fondo temas de hábitat y adaptación, por ejemplo. De hecho, en 2005 científicos elaboraron un documento al respecto.  

Los grandes desafíos para conservar al guanaco

Una imagen del mamífero captada por una cámara trampa. Hay cerca de 40 equipos distribuidos cada cuatro kilómetros.

Cuando Érika Cuéllar inició su trabajo con el guanaco, lo primero que necesitaba era ver los lugares de distribución de la especie. Al ser un animal evolutivamente adaptado a zonas abiertas, en Bolivia se convirtió en una especie interesante para estudiar dichas adaptaciones de cambio estructural.

Vive en harenes, lo que implica que hay un macho con varias hembras. Al llegar a los once meses, las crías macho son expulsadas a buscar su territorio, para formar nuevos grupos familiares. Si estos no consiguen el espacio potencial, están destinados a nunca reproducirse, por tanto, van a la extinción.

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Inicialmente, una de las principales amenazas era la caza furtiva. Muchas veces en las expediciones, los expertos se encontraron con gente que volvía con individuos muertos en sus vehículos. Aquello se redujo notablemente con la concienciación de las comunidades de la Capitanía del Alto Izozog, en el Gobierno Autónomo Indígena Originario Campesino (Gaioc) Charagua Iyambae, en Santa Cruz, para que cuiden su riqueza natural. Años más tarde (2019), con la creación del Área de Vida Guajukaka, un área protegida impulsada desde 2017 por el pueblo guaraní y apoyada por la Fundación Natura; la propia gente y los hacendados de la zona se convirtieron en guardianes.

Pero el guanaco no está libre de otras amenazas, quizá más graves o más difíciles de enfrentar. El aislamiento, como consecuencia de las cercas que ponen propietarios, es una de ellas.

Aideé Vargas, bióloga que apoya a la unidad de áreas protegidas de Natura desde 2019, explica que se tenía el registro de 200 individuos en la zona, pero actualmente no se conoce el número exacto.

El mapa de ubicación del área protegida del Guanaco, colindante con el Parque Nacional Kay Iya, en Santa Cruz.

Lo que sí se conoce, con evidencia, es que la especie se está moviendo entre Bolivia y Paraguay. Esto último se sabe gracias al apoyo de comunidades que están en la frontera con el vecino país, una zona inhóspita. “Es Chaco, no hay nada ahí, está la línea fronteriza y solo una comunidad. Sabemos que los guanacos están distribuidos en esa área, pero todavía hay individuos dentro de áreas privadas. Si bien puede saltar entre estas líneas que ponen, hay propietarios que aumentaron las hebras de las cercas y algunas llegan a 50 o 60 centímetros de altura”, dice Vargas.

Para continuar con el legado que dejó Érika Cuéllar, se sigue su metodología de involucramiento de la gente del lugar en la conservación. Técnicamente, Natura apoya con el monitoreo de especies importantes que tienen alguna categoría de amenaza, como el jaguar (Pantera onca), puma (Puma concolor) o el chancho quimilero (Catagonus wagneri). Lo hace mediante cámaras trampa y monitores comunales como don Tomás Martínez, un parabiólogo formado por Cuéllar, quien cada 15 días ingresa a una comunidad llamada Cruce del Guanaco, para verificar el estado de los individuos.

Actualmente, Natura reevalúa la pérdida de pastizales a lo largo del tiempo, ya que el equipo de Érika lo hizo hasta 2000, y Vargas y su equipo tendrán resultados hasta 2020. “Lo que puedo decir es que prácticamente no hay pampas, con lo cual, el reto como Fundación es el manejo para mejorar las condiciones de hábitat preferido para el guanaco”, explica la bióloga Vargas.

Pasar la posta

“En la ceremonia de uno de los premios que me entregaron, me preguntaron si no me preocupaba invertir en la capacitación de parabiólogos. Les dije que no. Para mí, ese es el objetivo, que se distribuyan en el país, que trabajen, porque es gente capacitada. Para mí, ya no ser necesaria (en la zona), es el éxito de mi trabajo de conservación. Haber sido capaz de dejar a personas formadas, capaces de transferir conocimiento. Es la única forma de lograr la conservación”.

Érika Cuéllar se emociona cada vez que habla de su experiencia en el Chaco Boliviano. De hecho, esa es una de las primeras clases que imparte a sus estudiantes de Biodiversidad en Omán. Ha publicado un manual al respecto, que se puede ver aquí para que cualquier persona tenga acceso al curso. 

En este momento sabe que organizaciones, personas y pueblos tomaron la posta que dejó; lo cual -asegura- la llena de orgullo.

“Los guardaparques (del Parque Nacional Kaa Iya) están totalmente involucrados con el monitoreo. El comité de gestión está interesado, la GTB está siempre apoyando, lo mismo la alcaldía de Charagua. Hay interés local e institucional para la conservación de la especie y eso es el éxito de mi esfuerzo”, dice.

Durante el webinar “Conociendo la población del guanaco en el Chaco Boliviano”, Jorge Segundo, un parabiólogo guaraní de la comunidad Rancho Viejo, del Bajo Izozog, corrobora la perspectiva de su mentora.

La gente del lugar durante la planificación del trabajo actual que se lleva adelante, en pro de la conservación de especies.

Su primer trabajo, en 1996, fue ser su guía en la zona. En el año 2000 se formó como parabiólogo y en 2010 obtuvo el título de técnico.

“Cuando entrábamos a hacer exploración, teníamos un punto de referencia al sur del parque Kaa Iya, pensábamos que (el guanaco) existía adentro, pero estaba entre la propiedad privada y la TCO (Tierra Comunitaria de Origen), así que teníamos que socializar (con ellos)”, recuerda.

En el año 2000 -cuenta- se pensó que este camélido salvaje estaba en peligro de extinción. Pero con el esfuerzo realizado se logró tener información de que los individuos estaban en propiedad privada, con lo cual había que conversar con los dueños para que permitan ingresar a los investigadores. “No nos dejaban entrar, pegaban su reja, nos amenazaban pese a que eran del Izozog. Pero como guaraní yo acompañaba a los biólogos, me conocían, conocía a la gente por ahí y nos dejaban entrar a hacer un levantamiento de información”, recuerda.

Todo ese proceso llevó a que la gente del lugar diga: “sí, hay que defender nuestro territorio y nuestros animales”.

En el camino, se les informó que el equipo estaba trabajando para la conservación del guanaco. Se hizo talleres, se planificó con la gente el aumento de población de la especie.

Finalmente, el resultado fue el impulso de la creación del área protegida del guanaco Guajukaka (vocablo guaraní que hace alusión al grito que emite el animal), que ya Érika no logró ver, pero que siguió desde la distancia.

“Para mí la inversión que hicimos en la potenciación de la gente, me deja hasta ahora tranquila, porque yo sé que ellos siguen trabajando mientras yo estoy fuera del país”.

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