La casa del compositor de ‘Potosino soy’

Humberto Iporre Salinas dejó un legado musical de más de 600 piezas para Bolivia. En su vivienda se puede conocer su obra y su historia. Recorrerla es revivir una de las épocas de oro de la producción artística nacional.

Por Rocío Lloret Céspedes /Fotos: Doly Leytón 

…De la rica tierra”

Humberto Iporre Salinas murió en la misma fecha en que terminó una de sus composiciones musicales más emblemáticas: Potosino soy. Aquel 7 de noviembre de 1985, un infarto acabó con su vida y el cuerpo fue velado dos días después –el 9 de noviembre- en el mismo salón donde se estrenó la melodía: el Club Internacional de Potosí.

El huayño, que data del 7 de noviembre de 1938, es un canto de añoranza, de guerra, de victoria, de frustrac.iones. “Tierra mía y generosa, tierra mía y generosa. A ti suelo querido y olvidado…”.

Con esa coincidencia recuerda hoy la familia a uno de los compositores más célebres que tuvo Bolivia. Más de 600 obras, muchas de las cuales aún no fueron compiladas. Piezas que van desde ritmos nacionales, como la cueca o el huayño, hasta boleros, rumbas y marchas. Una amalgama de notas musicales, que llevaron a Iporre a hacer suites indias como La oración del mitayo, El sueño de la Ñusta o La k’oa, escrita solo para las teclas negras del piano.

Eduardo Maldonado, uno de sus dos nietos, lo recuerda ahora como alguien muy entregado a lo que hacía. El hecho de perder a su madre muy joven, un año después de volver de la Guerra del Chaco (1932-1935), marcó su carrera musical, ya que si bien no pudo ir a estudiar al extranjero, se convirtió en autodidacta, y ahí surgió su producción más fructífera.

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Los títulos y reconocimientos que recibió en vida. Abajo, un retrato del maestro.

“…a la noble cuna”

La casa de Iporre es hoy un museo. De fachada roja, está en la calle Nogales 653. Tiene varias habitaciones, distribuidas en dos plantas. Abajo, un oratorio, donde está San Antonio de Padua, el santo que le salvó la vida. En la época en que nació -1915- la tasa de mortalidad infantil en Potosí era altísima, por diversos factores. Siendo un bebé, enfermó, pero su madre lo entregó a los pies de la imagen.

Al lado, la cocina y casi enfrente del lugar de oración, el ingreso a la sala de estar – comedor. Ahí, en una esquina, el piano alemán de media cola que utilizó el compositor. Antes de llegar a sus manos, le perteneció a varias familias.

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El patio, que ahora tiene un techo solar. Aquí se hicieron conciertos.

“Su primer maestro de piano fue su padre, Víctor Iporre Rollano. Más tarde pasó clases con el profesor Juan Manuel Manzano. Pero un año después de volver de la Guerra del Chaco, su madre murió, con lo cual se frustró el deseo de enviarlo a estudiar al extranjero. De ahí en adelante se formó como autodidacta”, cuenta su nieto.

El dolor por la pérdida maternal tuvo que haber sido tan fuerte, que se percibe en la profundidad de sus obras. Algunas de sus suites, por ejemplo, son sonetos que evocan el viento, formas musicales muy difíciles de interpretar.

Mucho de ese talento, aunque no en la composición, lo heredó su única hija, Lourdes, quien también es profesora de música. Precisamente ella impulsó la apertura de la casa de su padre como un museo. Aunque ha dejado de tocar el instrumento por un problema de salud visual, cuando habla todavía añora los días en que se sentaba a arrancarle melodías al piano de su padre.

En esta sala de estar, en la que también está el comedor, se encuentran las fotos familiares. Los padres y abuelos de Iporre, así como sus nietos, Eduardo y Sandra, cuando eran niños. En otro sector, fotos de los recitales y reconocimientos de sus alumnos.

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El piano de media cola; en la pared, un busto de Beethoven. Foto: Rocío LLoret

Iporre enseñó durante muchos años en los tradicionales colegios potosinos Pichincha y San Francisco. Por eso, cada vez que las promociones se reúnen, lo recuerdan con cariño e interpretan sus melodías. Entre sus estudiantes más destacados estuvieron los hermanos Gerardo y Rafael Arias. El primero, vocalista, y el segundo, guitarrista de Savia Andina.

Precisamente este grupo es el que más y mejor ha interpretado temas como Potosino soy y Chirihuayrita, dedicado al Cerro Rico. Sus integrantes originales eran en su mayoría potosinos, de ahí el cariño a su maestro.

Pero no solo fueron músicos los que admiraron a Iporre. En esta casa también se reunieron grandes artistas como los actores de teatro paceños Agar Delós y Hugo Pozo. La primera falleció en junio pasado, a los 82 años, y los familiares del compositor recuerdan con cariño cómo lloró al entrar al oratorio.

“Yo te nombro y te canto”

Una partitura original de Iporre; a la izquierda una foto de cuando fue a la guerra.

Siguiendo el recorrido, en un pequeño cuarto de estar, se hallan los implementos que usó durante la contienda bélica con Paraguay. Esa época fue muy dura para los bolivianos, porque muchos vieron partir a sus hijos más jóvenes. No todos tuvieron la fortuna de volver con vida. Irónicamente, después del conflicto, hubo un período de grandes manifestaciones artísticas. Como si el dolor se hubiese canalizado mediante el arte.

Nombres como Simeón Roncal (Sucre) o Gilberto Rojas (Oruro) escribieron entrañables cuecas, bailecitos o huayños. Ambos fueron amigos de Iporre y juntos forman parte del selecto grupo de notables de la música boliviana. Mientras, intérpretes como Gladys Moreno (Santa Cruz) hacían gala de sus voces para hacer oír las melodías.

En ese momento, todavía había círculos en los que la música nacional era vista con desdén; pero eso no era motivo para dejar de componer.

En una de las habitaciones superiores de la casona de Iporre están los discos de vinilo grabados en RCA Víctor, las cartas que le escribían sus colegas y los pentagramas originales de sus canciones, así como las letras escritas con tinta. Desde aquí arriba, se ve el patio y una fuente; peroles de cobre adornando las paredes. Desde aquí arriba se puede imaginar cuánta riqueza cultural dejó este potosino, que dedicó cuanto pudo a su cerro, a su gente. “A ti suelo querido y olvidado”.

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Eduardo Maldonado, su nieto, muestra parte de la producción discográfica.

¿Cómo llegar?

Calle Nogales 653. Haz click
  •  El  museo está abierto de lunes a sábado, de 9:00 a 12:00 y de 14:30 a 18:00 /Contacto: 78726270
  • Costo del recorrido: Bs 20 (mayores) y  Bs 5 (menores)

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