On 29 April 2016, a boy walks over rubble created by the earthquake in in San JosŽ de Chamanga. After the 7.8 earthquake struck Ecuador on 16 April at 6:58 p.m. local time, approximately 849 aftershocks have been felt, including six with a magnitude greater than 6.0, the largest two on 19 and 20 April. A state of emergency was declared in the six most affected provinces: Manabi, Esmeraldas, Guayas, Santa Elena, Santo Domingo and Los Rios, with Pedernales declared a disaster zone. As at 30 April 2016, it is estimated that approximately 720,000 of the 7.9 million people living in the six most affected provinces have been impacted by the earthquake that struck Ecuador on 16 April 2016. About 350,000 people are in need of urgent assistance, of which 250,000 are children and adolescents. Field assessments confirm significant levels of damage. Houses have been destroyed, the public health system is in emergency status, food and water are scarce, and streets are filled with rubble. Infrastructure, including many roads and bridges, has been severely damaged, resulting in logistics and communications challenges in some areas. Due to continual aftershocks, there is a progressive displacement of population to safer areas. Heavy rainfall is exacerbating the damage, causing floods and stagnant water, increasing the number of breeding sites for mosquitoes. This results in a higher risk of mosquito-borne diseases such as the ZIKV and dengue fever, which already pose an immediate threat to survivors. The Government of Ecuador is providing and coordinating comprehensive response actions. Despite the strong national capacity and large efforts already being undertaken, the national response capacity is overstretched. Priority needs requiring urgent humanitarian assistance are safe water, sanitation and hygiene (WASH), infant and young child feeding (IYCF), health and nutrition, temporary shelter, food, temporary education and protective spaces, child protection, psychosocia

El aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero está potenciando fenómenos meteorológicos extremos en todo el planeta.

He visto con mis propios ojos la devastación ocasionada en el Pakistán por las recientes inundaciones.

Estas calamidades crecientes cuestan vidas y cientos de miles de millones de dólares en pérdidas y daños.

Las catástrofes climáticas desplazan a tres veces más personas que las guerras.

La mitad de la población ya se encuentra en la zona de peligro.

El mundo no está invirtiendo en la protección de las vidas y los medios de subsistencia de quienes están en primera línea.

Quienes menos han hecho para causar la crisis climática están pagando el precio más alto.

Desastres climáticos en cascada sorprenden a poblaciones enteras sin ningún medio de alerta previa.

La gente necesita estar advertida con suficiente antelación a fin de prepararse para afrontar fenómenos meteorológicos extremos.

Por eso pido que la alerta temprana alcance una cobertura universal en los próximos cinco años.

Ha quedado demostrado que los sistemas de alerta temprana —y la capacidad de reaccionar frente a ellos— salvan vidas.

Lo corrobora un nuevo informe publicado hoy por la Organización Meteorológica Mundial y la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres.

El informe revela que esos servicios son sumamente insuficientes para quienes más los necesitan.

En la conferencia sobre el clima CP27, que se celebrará en Egipto, anunciaré un plan de acción que ofrecerá sistemas de alerta temprana para todos en un plazo de cinco años.

Insto a todos los Gobiernos, las instituciones financieras internacionales y la sociedad civil a que lo apoyen.

Este nuevo informe es un recordatorio más de que actuar de forma real y concreta en relación con las pérdidas y los daños debe ser una prioridad mundial.

Los resultados de la CP27 en ese ámbito serán una importante prueba de fuego para reconstruir la confianza entre los países desarrollados y los países en desarrollo.

En este Día Internacional para la Reducción del Riesgo de Desastres, exhorto a todos los países a que inviertan en sistemas de alerta temprana y apoyen a los que carecen de capacidad.

Los fenómenos meteorológicos extremos son inevitables, pero no tienen por qué convertirse en desastres mortales.

Fuente: ONU

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