¿Por qué la muerte de un caimán negro es solo la punta del iceberg de una serie de amenazas a la fauna en Bolivia?

Un experto ve con preocupación lo sucedido en una localidad de Beni, pero advierte que la expansión de la frontera agrícola está provocando mayores daños aún en especies silvestres.

La muerte de un caimán negro (Melanosuchus niger) en la localidad de Magdalena, Beni, al norte de Bolivia; generó repudio de parte de la ciudadanía al conocerse las imágenes por redes sociales. Rápidamente, tanto el Ministerio de Medio Ambiente como la Gobernación del departamento amazónico anunciaron investigaciones para dar con los responsables.

Vincent Vos, biólogo holandés que vive en la zona desde 2002, explica que existe una falta de consciencia en cuanto a la importancia ecológica de estos seres, sobre todo en las áreas rurales. Advierte, sin embargo, que el deceso del individuo es solo la punta del iceberg de un problema más grande, que es la “masiva muerte” de animales por la ampliación de la frontera agrícola, mucho más que otras amenazas como la caza y el tráfico.

En el caso del reptil, el hecho se conoció esta semana tras la difusión de un video y fotos. Según un reporte del diario El Deber, el cuerpo no fue encontrado, pero el periodista John Arandia difundió en sus redes sociales un audiovisual, donde se ve un caimán siendo carneado.

La especie está en el Libro Rojo de los Vertebrados de Bolivia, catalogado como «vulnerable”. “Estos son casos que llaman la atención, como el zorro Antonio o el tucán Tuqui Tuqui. Pero la caza de animales no representa ni el uno por ciento de la mortandad de animales por la ampliación de la frontera agropecuaria más que por cualquier otra cosa”, dice Vos.

Su apreciación se basa en un reciente informe presentado estos días, que da cuenta de la muerte de casi seis millones de animales durante los incendios forestales de 2019. Asimismo, en la sentencia que recibió Bolivia por ecocidio.

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Un depredador muy útil para el ecosistema

El ejemplar puede llegar a medir seis metros. Foto: Vincent Vos

En este caso, el caimán negro es uno de los grandes depredadores de la fauna. Se alimenta de capibaras, peces y otros mamíferos. Lo más importante es que consume principalmente individuos enfermos y otros que tienen alguna debilidad, “así asegura una población sana y un equilibrio para que no haya poblaciones de animales que puedan multiplicarse mucho”, explica el experto.

La mayor parte de su hábitat ha sido exterminado. De hecho, en gran parte de Brasil y Paraguay ya no se encuentra individuos. En Bolivia, en los años 80 hubo mucha caza para la exportación de cueros, pero esto se logró controlar con redes nacionales y controles. “La población se estaba recuperando, pero ahorita enfrenta otra amenaza que es destrucción de hábitat, ampliación de la frontera agropecuaria y la contaminación de los ríos”, asegura el biólogo.

En cuanto a sus características, puede llegar a medir seis metros. Habita en lagunas y arroyos, por lo que la gente que vive en comunidades aledañas, no suele meterse a estos cuerpos de agua. Pero tanto esta especie como la serpiente sicurí (Euniectes beniensis) atacan a los animales domésticos y también al ser humano.

“En Antofagasta, una comunidad cerca de Riberalta, un hombre fue atacado hace algunos años, y se logró liberar. Hay otro caso en Las Piedras, donde también hay un hombre que tiene el vientre mordido por un caimán. Tanto en Beni como en Pando se escucha de niños que desaparecen y muchas veces se sospecha de sicurís o caimanes que los arrastran al agua, y no se sabe más”.

En estas zonas rurales “no hay Policía, gobierno, ni fiscales”, asegura Vos. Incluso en ciudades grandes como Riberalta se vende libremente la carne del reptil. “Preocupa la muerte de un caimán, pero también se debería actuar de la misma manera con gente que ha provocado la muerte de cinco millones de animales”, sentencia Vincent respecto a los autores de chaqueos o quemas que derivaron en incendios, en la Chiquitania.

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