El Bosque Seco Chiquitano es el bosque seco tropical más grande y aún mejor conservado de Sudamérica; y uno de los pocos que quedan en el mundo. Se encuentra casi en su totalidad en Bolivia, y la mayor parte, en Santa Cruz.
La recurrencia de fuego en áreas con asentamientos humanos es muy fuerte, ya que su uso en la agricultura y la ganadería es una práctica común de los productores para limpiar sus áreas de cultivo o renovar sus pasturas.
Por tanto, el fuego es hoy, una de las más grandes amenazas y de mayor daño sobre el Bosque Seco Chiquitano, y está claramente vinculado a las actividades humanas.
Hay años en que el fuego es más crítico debido a los factores climáticos (sequía más intensa y prolongada) y otros años más benignos en los cuales, al haber pocos incendios de la vegetación, las acciones de prevención y control surten efecto. Según el Observatorio de la Fundación para la Conservación del Bosque Seco Chiquitano, entre los años 2000 y 2018, el promedio de quemas en la ecorregión, en la parte de Bolivia, fue de 290 mil hectáreas por año, siendo los más altos 2010, seguido por 2002 y 2008.
Pero este año la situación se ha exacerbado y las causas son múltiples.
Lee también: Habilitan número para reportar hallazgo de animales silvestres afectados por los incendios
Lee también: OPINIÓN| Bolsonaro culpa a las ONGs por los incendios, ¿va a culpar a Mick Jagger por el desempleo?
¿Cuáles son los factores directos e indirectos que han potenciado los incendios en la Chiquitania?
1) Un año de extrema sequía y altas temperaturas. Los registros a nivel global indican que 2019 llegará a ser el año más caliente desde que se tienen datos.
2) El cambio de uso del suelo: Parte de las Tierras de Producción Forestal Permanente (TPFP-D.S. 26075) fueron convertidas a ganadería y agricultura utilizando prácticas de desmonte y “chaqueo” inadecuadas, con el fuego como medio para la renovación del pasto en predios ganaderos y/o para la habilitación de los suelos para la producción. Entre 2016 y 2017, como referencia, siete municipios Chiquitanos, de 25 que concentran el 78 % de la deforestación en Bolivia, registraron más de 130 mil hectáreas deforestadas, entre los cuales se encuentran San José de Chiquitos, San Ignacio de Velasco y Concepción. Según el Observatorio del Bosque Seco Chiquitano de FCBC/ECCOS, entre 1986 y 2016 se deforestó 1.1 millones de hectáreas de este bosque en la parte boliviana. De continuar esta tendencia de ocupación actual, se estima una pérdida adicional de otras 4.4 millones ha para el 2040. Lo que llevaría a que a 2040, la mitad del Bosque Seco Chiquitano desaparecerá bajo la acción humana.
3) La aplicación de la Ley 741, del 29 de septiembre de 2015, la cual amplía el desmonte de cinco a 20 hectáreas en “tierras con cobertura boscosa aptas para diversos usos y en tierras de producción forestal permanente”. Esto ha multiplicado la superficie de clareos del bosque, y ha aumentado las probabilidades de quemas, ya sean autorizadas por Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra (ABT) o ilegales, en toda la región.
4) La aplicación del Decreto Supremo 3973 (9 de julio 2019, que modificó el Art 5 del DS 26075 de 2001), que autoriza el desmonte y las quemas controladas inclusive en tierras de producción forestal permanente (TPFP). Este DS, si bien es reciente, con seguridad ha funcionado como un “gatillo” para el desmonte, chaqueo y quemas en la Chiquitania.
5) El impulso del gobierno nacional a la producción ganadera en tierras bajas de Bolivia. Esto ha motivado no solo el interés de los productores locales, sino también de los agroindustriales extranjeros, principalmente de Brasil, que han invertido en la producción pecuaria en la Chiquitania y especialmente en los municipios de frontera o próximos, como San Ignacio de Velasco, San Matías y El Carmen Rivero Tórrez, conformando empresas de gran volumen con más de 80 mil hectáreas y 60 mil cabezas de ganado cada una de ellas. La infraestructura desarrollada en el municipio de San Ignacio de Velasco para la exportación de carne vacuna, es un claro reflejo de ello.
6) Expansión de las colonias menonitas. En los últimos cinco años se ha registrado un aumento de estas poblaciones, tanto en el norte como en el sur de la Chiquitania, impulsando claramente la deforestación y las prácticas de producción agroindustrial inadecuadas a las condiciones ecológicas de los ecosistemas tropicales secos.
7) El incremento significativo de asentamientos campesinos autorizados por el INRA en tierras de producción forestal permanente (TPFP), tanto al norte como al este de la Chiquitania. Solo dos ejemplos de referencia: en el municipio de San Rafael de Velasco existían en 2004 alrededor de 16 comunidades; hoy se registran más de 80, la mayoría de colonización reciente. Igualmente, en San Miguel de Velasco existían unas 34 comunidades indígenas y hoy, como resultado de la colonización, se registran más de 100.
8) La insuficiente capacidad de control de parte de las autoridades de todos los niveles, para supervisar y/o evitar los asentamientos en tierras de producción forestal permanente, en cumplimiento de los planes de ordenamiento predial y en respeto al Plan de Uso del Suelo (PLUS) del departamento de Santa Cruz. También la falta de investigación, seguimiento y sanciones a los casos conocidos de incendios ilegales de años anteriores.
9) La aún débil capacidad de respuesta institucional (gobierno central, departamental y municipal) para hacer frente a contingencias de la magnitud de los incendios forestales. Esto se ha reflejado a pesar de los esfuerzos, dedicación y buena predisposición de funcionarios comprometidos con la seguridad tanto ciudadana como de defensa del patrimonio natural y del apoyo de organizaciones locales, la sociedad civil y la cooperación internacional.
Lee también: ¿Quieres ayudar a la Chiquitania? Mira lo que debes y no hacer para que tu apoyo sea más efectivo
Lee también: Qué es el bosque Seco Chiquitano y cuál su relación con el fuego?
¿Qué consecuencias tendrá esto en los bosques y la sociedad?
Las consecuencias de los fuegos intensos en la Chiquitania, sumados a la deforestación y fragmentación de los ecosistemas naturales, son las siguientes:
- Pérdida o daños directos a más de 40 millones de árboles con valor comercial. Considerando que en una hectárea hay un promedio de 80 ejemplares, en un estimado de 500 mil hectáreas afectadas por el fuego, en términos económicos hay una pérdida potencial para la economía nacional de más de 1.140 millones de dólares americanos.
- Muerte directa de toda la fauna y riesgo para más de 1.200 especies. De esta cifra, 43 son anfibios, 140 reptiles, 788 aves y 242 mamíferos. Muchas pueden desplazarse, pero la mayoría perece en el lugar de los incendios al ser menos móviles o quedar atrapadas entre los fuegos.
- Se afecta las fuentes de alimento, sitios de reproducción y de refugio para toda la fauna, por lo que al pasar la crisis de los incendios, el impacto sobre la diversidad de animales será mayor y más extendida en el tiempo.
- Pérdida de la biodiversidad desconocida. Se asume que solo se conoce y se tiene registro del 20 % de la riqueza de especies a nivel global y considerando aún la extensión, complejidad y desconocimiento de lo que contiene el Bosque Seco Chiquitano, tanto la deforestación como el fuego conducen de manera irreversible a la degradación de su biodiversidad en una magnitud aún mayor a la que se puede registrar en base a la información de especies que actualmente se tiene.
- El desplazamiento de la población, la interrupción de sus medios de vida y de la asistencia escolar; el costo humano y económico del desarraigo.
- Las pérdidas materiales de cultivos, viviendas y de activos productivos de la agricultura familiar, comunitaria y comercial, que dificultan su recuperación.
- Las afectaciones a la salud y seguridad humana: respiratorias y oftalmológicas, y también vinculadas al consumo de agua contaminada por la lixiviación de cenizas en los cursos y cuerpos hídricos.
- Emisión de carbono a la atmósfera al liberarse dióxido de carbono (CO2), monóxido de carbono (CO), óxidos de nitrógeno (NOx) y metano (CH4), se produce un impacto a escala global. Además, el humo generado, dependiendo de la magnitud y permanencia en la atmósfera, puede reducir la actividad fotosintética de la vegetación, y afectar a la fauna de manera directa como a las personas, especialmente niños y personas de la tercera edad.
- Modificación del volumen de biomasa vegetal y de la composición y estructura del bosque, al destruirse la cobertura arbustiva, herbácea y parcialmente arbórea. Así también la pérdida de epífitas, lianas y otras plantas que requieren el soporte de los árboles y arbustos.
- Alteración de los ciclos hidrológicos al reducirse la cobertura del suelo, lo que conlleva mayor erosión, menor infiltración y recarga acuífera, así como la modificación en el régimen de las precipitaciones locales.
- Contaminación y alcalinización de las aguas de las microcuencas que, en el caso de la Chiquitania, son la principal fuente directa de agua para el consumo humano y de los animales de producción, pero que también provocan cambios en la biodiversidad acuática, con mortandad de peces y demás fauna acuática.
- A nivel del suelo se pierde la capa humífera, se eliminan invertebrados y hongos clave para la descomposición de la materia orgánica; se volatilizan minerales y nutrientes, y todo ello hace al suelo menos fértil.
- El banco de semillas que se mantiene a nivel del suelo se pierde en su gran mayoría, se quema o queda expuesto a posteriores impactos de enfermedades y este banco es fundamental para los procesos de regeneración del Bosque Chiquitano, los cuales se ven significativamente afectados.
¿Qué propuestas y recomendaciones tenemos?
Para prevenir los incendios y mejorar las expectativas de conservación del Bosque Seco Chiquitano, es necesario establecer múltiples estrategias con distintos instrumentos y acciones:
- Que las autoridades nacionales soliciten ayuda internacional para la contingencia de los incendios en la Chiquitania, ya que la situación crítica puede extenderse aún más en el tiempo y el daño final podría llegar a ser mucho mayor al actual.
- Hacer cumplir la Constitución Política del Estado, que en su artículo 33 dice: “Las personas tienen derecho a un medio ambiente saludable, protegido y equilibrado. El ejercicio de este derecho debe permitir a los individuos y colectividades de las presentes y futuras generaciones, además de otros seres vivos, desarrollarse de manera normal y permanente”. En el 34: “Cualquier persona, a título individual o en representación de una colectividad, está facultada para ejercitar las acciones legales en defensa del derecho al medio ambiente, sin perjuicio de la obligación de las instituciones públicas de actuar de oficio frente a los atentados contra el medio ambiente”.
- Hacer cumplir la Ley de la Madre Tierra y especialmente el Mecanismo Conjunto de Mitigación y Adaptación al Cambio Climático basado en el Manejo Integral del Bosque, poniendo énfasis al uso sustentable de los recursos forestales maderables y no maderables.
- Establecer una “Pausa Ecológica” en el Bosque Seco Chiquitano y declararlo “de importancia nacional” para la conservación y uso sustentable de sus recursos forestales maderables y no maderables, dada su condición de fragilidad; dado el patrimonio natural del país, importancia económica, social y ambiental. Esto permitirá evaluar los daños de los procesos de deforestación e incendios, y establecer estrategias de restauración ecológica y protección.
- Que las autoridades nacionales, departamentales y locales respeten el Plan de Uso de Suelo (PLUS) del departamento de Santa Cruz y particularmente que las autoridades subregionales extremen esfuerzos para su cumplimiento, así como aplicar las sanciones y penalidades correspondientes a los infractores y/o transgresores de esta norma.
- Solicitar a las autoridades, especialmente al Ministerio de Agua y Medio Ambiente, la Dirección General Forestal y a la ATBT, reforzar acciones para preservar las Tierras de Producción Forestal Permanente (TPFP).
- Solicitar al Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) extreme los cuidados en la dotación de tierras de acuerdo al ordenamiento territorial, tanto departamental como municipal, realizando consultas necesarias a todas las instancias gubernamentales pertinentes y especialmente a los gobiernos locales.
- Apoyar a los gobiernos municipales de la Chiquitania en el ajuste e implementación de sus Planes Territoriales de Desarrollo Integral (PTDI), teniendo en cuenta su potencial forestal, los valores que preservan el patrimonio natural, las fuentes de captación y provisión de agua; y el riesgo de sequía, inundaciones e incendios. De modo que los planes de ocupación del territorio sean compatibles con la zonificación establecida en base a estos criterios.
- Incluir en el Plan Operativo Anual (POA), de municipios y departamental, un fondo para educación preventiva permanente, donde se transmita a la población las formas de manejo de fuego para uso productivo y/o doméstico.
- Fortalecer mecanismos de gobernanza territorial, como la Plataforma Chiquitania Sostenible de la Red de Bosques Modelo, los Comités de Gestión de Áreas Protegidas, la Asociación de Comités de Gestión de Áreas Protegidas de la Chiquitania, los Comité Impulsores y de Gestión de Cuencas, entre otras, para que tengan mayor protagonismo y capacidad de incidencia en las políticas públicas correspondientes.
- Promover el ordenamiento territorial en comunidades y predios privados, con criterios de protección de los bosques, las servidumbres ecológicas y fuentes de agua. Esto considerando el riesgo de sequía y fuego.
- Revisar y modificar las normativas vigentes a nivel nacional que incentivan la deforestación y las quemas en toda la región, especialmente la Ley 741 y el DS 3973, así como los condicionantes para el cumplimiento de la Función Económica Social de los predios en los cuales se incluya la protección activa de los bosques como un criterio para su reconocimiento y valoración.
- Establecer un programa regional para la restauración del paisaje forestal, que debe estar enfocado con las especies originarias del Bosque Chiquitano, excluyendo el uso de especies exóticas y canalizar recursos económicos para su implementación, haciendo notar que los costos para la prevención son significativamente menores que los costos de restauración.
- Generar mayor conciencia pública de los valores del Bosque Seco Chiquitano como fuente de desarrollo sustentable y adaptación al Cambio Climático de la región y del país.
Fuente: Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano
Texto editado por La Región. En este enlace puede leer el original https://bit.ly/2ZgZQfm