Un censo de aves es un método para contabilizar el número de individuos de una especie y su estructura poblacional. Esto quiere decir que además del conteo, se busca saber cuántos adultos, jóvenes y pichones hay en determinada población. Así también, qué proporción se está reproduciendo y cuántos individuos nuevos hay para entender la tasa de crecimiento. Esta información sirve luego para generar estrategias de conservación.

Foto: Diego Espinoza Aburdene


En el caso de la paraba frente roja (Ara rubrogenys), el último censo que se hizo fue hace diez años. En 2020 comenzó a prepararse uno nuevo, que ya se ejecuta en zonas donde habita la especie: el Parque Nacional Torotoro de Potosí y el Área Protegida Municipal Jardín de Cactáceas, en Santa Cruz. Se prevé que los resultados estén listos para fin de año. 

Foto: Diego Espinoza Aburdene

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En esta oportunidad, gracias a un estudio genético, se pudo evidenciar que en la especie hay – al menos- cuatro núcleos genéticos diferenciados. Dos de ellos tienen problemas graves de conservación. Por eso ahí se hará dos visitas en sitios donde se reproducen las parabas: al empezar y al terminar la temporada reproductiva.

Foto: Dennis Camacho


Terminada esa etapa, se busca entender el estado de conservación y las amenazas de los sitios donde la especie se agrupa en grandes bandadas durante los meses del año que no son de reproducción. Esto permitirá seleccionar aquellos lugares que requieren atención prioritaria para la conservación de estas poblaciones.

Foto: Diego Espinoza Aburdene


Una de las hipótesis es que la mayor mortandad de la Paraba frente roja no solo se da en áreas de reproducción, con los pichones, sino en las zonas de alimentación, porque en los cultivos de maíz, por ejemplo, son presa fácil de los agricultores que ven su producción mermada frente a grupos de cientos de aves en un mismo momento.

Foto: Diego Espinoza Aburdene


Todo este trabajo es posible gracias al trabajo de gobiernos locales involucrados, el equipo de profesionales de las Áreas Protegidas que lideran las acciones, así como las comunidades locales y biólogos experimentados, con el apoyo de la Fundación CLB. La innovación esta vez es que los datos de campo se registran en un celular, los mismos que son procesados de inmediato en un excel, para tener una data precisa. Asimismo, se toman fotos y todos los datos posibles, que en su conjunto permitirán a las instituciones locales  diseñar estrategias efectivas de conservación. Foto: Diego Espinoza Aburdene


·      Con información de Paola Montenegro, coordinadora de Programas de la Fundación CLB.