Copaibo y pesoé chiquitanos llegan a mercados exclusivos de la mano de productores de miel

Dos asociaciones de las comunidades de San José de Chiquitos y Roboré que trabajan en la extracción sostenible de aceites, se aliaron con una firma que trabaja con miel para elaborar productos premium.

Las semillas de pesoé con fruto silvestre del bosque Chiquitano. Foto: Gentileza FAN
Las semillas de pesoé con fruto silvestre del bosque Chiquitano. Foto: Gentileza FAN

A 65 kilómetros de San José de Chiquitos, en Santa Cruz, la comunidad Ipiás ha conformado una asociación para extraer aceite de semillas de pesoé, un fruto silvestre de la zona. Cuentan quienes se dedican al oficio que la recolección es morosa, no solo porque tales semillas están bosque adentro, sino porque muchas veces, luego de caminar kilómetros bajo un sol tremendo, resulta que estas están podridas, por tanto, no son útiles.

Los antepasados de estos chiquitanos usaban este aceite para curar afecciones respiratorias; dato que fue aprovechado durante la pandemia por Covid-19, cuenta Carlos ChuvéCasupá, líder comunitario. “Nosotros no sufrimos en la pandemia”, cuenta muy seguro.

Con el aprovechamiento sostenible de estas semillas, comunidades como la de Carlos cuidan el bosque chiquitano, por lo que darle un valor para que continúen con esta labor tan beneficiosa como silenciosa, sigue siendo un reto.

En un esfuerzo por apoyar este trabajo y, por ende, el cuidado de la naturaleza, una empresa productora de miel —Melimel— firmó una alianza para adquirir este y otros aceites, para producir una mezcla premium entre el elixir de las abejas, y la riqueza natural chiquitana.

Una combinación sostenible

El resultado es una combinación de sabores, envasada en cuatro frascos, cada uno de los cuales contiene copaibo, pesoé, maracuyá piña, maca, cúrcuma y jengibre con una miel también producida de manera sostenible.

Los productos de Melimel en su presentación comercial. Foto: Rocío Lloret.

El objetivo es lograr una producción exclusiva, que sea posible exportar. Para ello, Melimel ha apostado por sellar alianzas con las comunidades y darle el valor económico suficiente a sus producciones, especialmente en el caso del copaibo y el pesoé. Todo esto, además, de la mano de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), que trabaja con las cadenas de valor basadas en la naturaleza, además de la Cooperación Española en Bolivia (Aecid), la Unión Europea y la Embajada de Suecia.

Tal incentivo es muy importante para personas como Érika Pérez Tomichá, quien se dedica a la extracción de copaibo junto a su esposo, en la comunidad Yororobá de Roboré.

“Nosotros somos una asociación de diez personas. Los hombres recolectan, traen el aceite y nosotras hacemos el colado y embasado para salir al mercado”, explica.

A diferencia de sus antepasados, hoy en día los chiquitanos ya no tienen que cortar los árboles para extraer el aceite, sino que utilizan una técnica de perforación que permite la sostenibilidad.

Incendios, la gran amenaza

Aunque este año la comunidad de Érika no se ha visto afectada por los incendios, en años anteriores como 2019 y 2022, sí hubo fuego en las cercanías, según cuenta.

Ello ha diezmado los árboles aprovechables, por lo que actualmente solo tienen 117 a disposición.

Uno de los proceso para la extracción de aceite. / Foto: Gentileza FAN

“Aún así la expectativa es grande, tenemos que darles lo que nos piden para que nuestro producto sea conocido en otros países. Ellos por ahora nos están pidiendo un litro cada mes”, dice la mujer.

Para su pueblo, el copaibo es muy efectivo en casos de tos, resfriado, bronquitis, hongo para pies y también es antiinflamatorio.