Se les llama desastres naturales a “los eventos catastróficos de origen atmosférico, geológico, o hidrológico que causan fatalidades, daños a la propiedad, y una disrupción socioambiental”. Ante ello, se entiende que “natural” implica que están libres de la influencia y control del hombre, y que para ser “desastres” deben estar relacionados al daño que causan a los humanos. Una erupción volcánica en el medio del océano que no daña a nadie no es considerada como un desastre natural. Las inundaciones y sequías también entran en la definición. Estas han sucedido durante la historia de la humanidad, e inclusive, varias civilizaciones —incluyendo algunas preíncas, sucumbieron por ellas.
Aunque en algunos casos estos desastres naturales fueron de consecuencias predecibles, las tragedias como la de Armero en Colombia, o del aluvión de Yungay en Perú, son claros ejemplos de desastres naturales. Pero, eso fue en otros tiempos. Inclusive, terremotos que años atrás hubieran arrasado con ciudades, dejaron estragos relativamente pequeños, como el último en Chile.
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Numerosos estudios relacionan el aumento en frecuencia e intensidad de algunos tipos de fenómenos naturales —como las inundaciones y sequías, con el cambio climático. Y este, también es consecuencia de acciones antrópicas por la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera. ¿Son las pérdidas humanas y materiales en las poblaciones ribereñas, equivocadamente posicionadas en las zonas bajas (condición en la definición de desastre natural), producto de las cada vez más frecuentes inundaciones (producto del impacto del hombre), fenómenos naturales? Cuestionable.
Las epidemias y pandemias
Una epidemia es definida como una enfermedad (mayormente de origen zoonótico), que ataca a un gran número de personas o de animales en un mismo lugar y durante un mismo período de tiempo, y que esta se diferencia de una pandemia, mayormente, por la escala geográfica del impacto. Ellas han existido siempre, y hasta se puede decir que son parte de la historia de la humanidad. Algunas de ellas, como “la peste negra” o la “gripe española”, han tenido impactos desastrosos para la humanidad matando cientos de millones de personas. Algunas, son inclusive endémicas, como la malaria.
Los virus u otros organismos potencialmente pandémicos no fueron creados por el hombre. Son naturales, como lo son también las mutaciones en ellos. La transmisión a los humanos y la aparición de epidemias y pandemias son un fenómeno predecible y recurrente. Aunque no sea apropiado llamarlos como un desastre natural, sus similitudes llaman a pensarlo.
Paralelos entre los desastres naturales y las pandemias
No siendo de origen climático o geológico, por definición, las pandemias se diferencian de los desastres naturales, aunque algunos aseguran que el cambio climático aumenta el riesgo de ellas. Sin embargo, las pandemias y algunos tipos de desastres naturales tienen varias características en común.
Las inundaciones, huaycos y aluviones, por ejemplo, son en gran parte el resultado del mal uso de la geografía, la erosión, y el cambio climático, acciones claramente de origen antrópico. Pandemias, como el COVID-19, también están relacionadas al consumo de especies silvestres, a la deforestación, a la excesiva demanda de carne, y en general, al maltrato a la naturaleza. Ambos, están también ligados a la alta concentración de gente en las ciudades. Ambos desastres siempre han existido, y mientras se mantengan las condiciones, es “natural” que sigan existiendo.
Las medidas de prevención ante desastres naturales están en las políticas de gobiernos y los presupuestos. Hoy en día el COVID-19 nos muestra que la prevención ante pandemias, aparte de mejorar la capacidad de respuesta médica, requiere otro tipo de acciones. Y así como podemos evitar, disminuir y hasta predecir los impactos de los desastres naturales como las inundaciones (por ejemplo, reforzando las cuencas, o recolocando asentamientos en las riberas), también podemos disminuir y controlar los riesgos e impactos de infecciones epidémicas o pandémicas. No solo se trata de tener una respuesta rápida ante los brotes que aparezcan, sino también de disminuir las condiciones habilitantes.
La reducción de la deforestación, y del tráfico de especies silvestres, cuya relación directa con los brotes epidémicos ha sido demostrada por reciente investigaciones, es un claro ejemplo que merece atención y acción.
Un artista cubano de antaño, “Tres Patines”, bromeaba sobre la muerte de su abuelo… “por causas naturales”, cuando este había sido atropellado por un tren. “Si un tren te arrolla, es natural que te mueras”. Quizá valga hoy en día cuestionar si la frecuencia de algunos desastres —y de las pandemias— son realmente naturales o si son evitables, porque, de seguir con la forma como tratamos al planeta, es también “natural” que siga habiendo desastres y tragedias, y que la naturaleza nos lo siga recordando.