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Reciclaje: así trabajan los recolectores cruceños y ahora apuestan por mejorar sus condiciones laborales

Reunidos en asociaciones, al menos 2.000 recolectores de residuos recorren Santa Cruz de la Sierra para generar ingresos y darle un respiro al planeta. Un programa busca que el vecino se involucre en el proceso para facilitar la labor de estos hombres y mujeres que cada día caminan un promedio de 10 kilómetros.

El ruido del motor del motocarro disimula la respiración jadeante de Brenda Espinoza y Palmira Cadima. A cada instante, cada una sube y baja del vehículo, a la carrera, para rescatar las botellas de plástico y otros residuos reciclables que, para muchos, son inservibles, pero para ellas representan un medio de generar ingresos.

La faena de estas recolectoras empieza a las siete de la mañana. Durante ocho horas hacen el mismo movimiento: bajar, seleccionar, cargar y volver a subir. Jarold, el conductor del motocarro, revisa su celular mientras ellas trabajan. Él es hijo de Palmira, tiene 18 años y desde que se convirtió en papá, apoya a su madre en la labor. Esta mañana de septiembre, en un edificio de departamentos del lujoso barrio Las Palmas, hay buena “cosecha”, mucha gente desechó sus botellas PET, cartones, papeles, latas de cerveza y otros.

Desde hace poco más de un mes, los tres lucen chalecos reflectivos verdes, que el conductor del motocarro combina con unos anteojos de cotillón, que rescató de una enorme bolsa que contenía platillos, cubiertos y vasos de plástico. La idea es que otros conductores los distingan y no expongan sus vidas ante un accidente de tránsito.

Al llegar a la tercera parada que rodea un campo privado de golf, justo antes de sacar su celular del bolsillo y continuar con lo suyo, Jarold escucha la voz de su madre llamándole a rescatar un tesoro. “Mira, está nuevingo, le va a gustar”, dice Palmira antes de desatar una bolsa en la que, además de los empaques descartables de comida, se alcanza a ver el cetro de un príncipe. El juguete será para su niño de un año, quien apenas comienza a caminar.

La labor que cumplen Palmira, Brenda y Jarold es parte de lo que hoy se denomina economía circular, al permitir que estos residuos reciclables vuelvan a insertarse en procesos productivos y permanezcan el mayor tiempo posible en el mercado, lo que genera, a su vez, ahorro de agua y energía, una práctica que apunta a reducir la presión sobre la madre naturaleza, reducir las emisiones y minimizar riesgos ambientales.

Un motocarro donado por la Fundación Coca Cola facilita el trabajo de los recicladores. / Foto: Con Propósito
Un motocarro donado por la Fundación Coca Cola facilita el trabajo de los recicladores. / Foto: Con Propósito

Quizá sin saberlo o sin tomar consciencia de la magnitud de su aporte, estas personas y otras 2.000 que se dedican al reciclaje, le dan un respiro al planeta. Ello sin contar que prolongan la vida útil del vertedero de San Miguel de los Hunos, el botadero municipal al que sólo deberían llegar residuos orgánicos y desechos.

Madrugar para recolectar

Para Palmira y los integrantes de su Asociación de Recolectores Los Mangales del Sur, la jornada empieza mientras el resto todavía duerme. Antes de las siete de la mañana se reúnen en el centro de acopio ubicado cerca de la avenida Piraí y cuarto anillo, donde al terminar cada salida —que en promedio dura unas dos horas— depositan todo lo que alcanzaron a recuperar de los contenedores de desechos de la zona del Zoológico Municipal, Urbarí, Equipetrol y Las Palmas.

Muchos recolectores fueron testigos silenciosos del crecimiento de esta urbe de más de dos millones de habitantes. Cuando eran niños, recuerdan, las calles eran de arena, luego pasaron a tener losetas y hoy el asfalto es el que caracteriza las vías.

Así como su entorno cambió, su oficio también lo hizo. Hasta hace unos 10 años, los recicladores salían con una bolsa de yute en las espaldas, buscaban huesos, cartones y chatarra. Hoy hay quienes lo hacen a bordo de un motocarro con dos asientos, pero no todos tienen la misma oportunidad.

El motorizado las acerca hasta los puntos de recuperación de materiales y transporta hasta el centro de acopio. Se cubren más zonas en menos tiempo, se optimiza el recojo y se carga de una sola vez todo el material, que más tarde otros compañeros seleccionan y separan bajo el tinglado que alquilan en Los Mangales.

Palmira, Brenda y Jarold, en un merecido descanso tras varias horas de recuperación de materiales en la zona del Zoológico. / Foto: Con Propósito
Palmira, Brenda y Jarold, en un merecido descanso tras varias horas de recuperación de materiales en la zona del Zoológico. / Foto: Con Propósito

Es allí donde la nuera de Palmira, su nieto —el dueño del cetro— y un grupo de recicladores aguardan al motocarro, para descargar las bolsas. Ellos son “separadores”, se dedican a clasificar los residuos; apilan los cartones, aplastan las botellas y las latas de bebidas, para luego depositarlas en enormes bolsas. Algo parecido a lo que hacen con el caré o plástico duro que se usa para fabricar mesas y sillas.

“Nosotros trabajamos así, somos alegres, sino, no aguantamos”, dice uno mientras se acerca a los promontorios de materiales después de haberle subido el volumen a un reproductor de música. El centro de acopio corresponde al Punto Verde del plan integral de reciclaje que impulsa la Fundación Amigos de la Responsabilidad Social Empresarial (Amigarse), que se consolida con el apoyo del Fondo Canadiense para Iniciativas Locales (FCIL), y que suma el aporte de la Empresa Municipal de Aseo Urbano Santa Cruz (Emacruz).

Aquí trabaja una cuadrilla de 13 recicladores. El lugar de acopio es un canchón de tierra; al cruzar la puerta de calle hay dos habitaciones y un baño; la mitad del terreno está descubierto y es donde se parquea el motocarro. Al fondo, bajo la estructura de calaminas, están acomodados los materiales ya separados y clasificados. Justo al medio hay un mesón largo de fierro, que sirve para vaciar las bolsas recién llegadas y así tener al alcance de las manos todo para el proceso de selección.

Son las 11 de la mañana y el termómetro marca 39 grados centígrados. La sensación es que desde hace rato se superaron los 40, más al caminar bajo el sol para ir de un cesto de basura a un contenedor, para abrir las bolsas y recuperar todo lo que se pueda reciclar.

“Tenemos guantes, pero cómo desamarramos estas bolsas llevándolos puestos… tenemos que ser veloces, prácticos (por eso se los quitan). Lo bueno es que en algunos condominios y edificios hay personas que ya separan su basura. Lo que son botellas, cartones, papeles, latas ya lo ponen en una bolsa diferente a la que contiene la basura de sus casas. Lamentablemente son pocos, como quien diría, es un tema de educación, de cultura”, dice Palmira, sin dejar de trabajar.

Los cartones son pesados y vendidos para volver al ciclo del reciclaje. / Foto: Con Propósito
Los cartones son pesados y vendidos para volver al ciclo del reciclaje. / Foto: Con Propósito

Ese tema de educación y cultura al que se refiere, es uno de los pilares que Amigarse busca posicionar a través de diversas alianzas con socios estratégicos. La idea es que los vecinos se conviertan en parte de la “revolución del reciclaje”, al separar sus desechos, y sepan identificar todos los materiales que se volverán a incorporar a procesos productivos como parte del ciclo de la economía circular.

Cuando ellos hacen su parte, también mejoran las condiciones de trabajo de los protagonistas del rescate, clasificación y venta de materiales. Facilitan su faena diaria. En tanto que las instituciones que son parte del programa aportan con carros para empujar y jalar, equipamiento en ropa y una balanza; herramientas donadas por el Fondo Canadiense para Iniciativas Locales y Swisscontact, que ya son de uso común entre las cuadrillas.

Una actividad con varios rostros

Los integrantes del Punto Rojo de reciclaje en la capital oriental. / Foto: Con Propósito

En otro extremo de la ciudad, Mery, Rosario, Santos y Juan Carlos ponen en orden su centro de acopio. Ellos son parte del grupo de recolectores del Punto Rojo, Asociación Tiempos de Cambio y su área de trabajo es el Plan 3.000, que incluye los barrios Cumabi, Los Lotes y Pampa de la Isla, entre otros.

Acondicionaron un ambiente como una oficina o lugar de descanso. Como sucede en Los Mangales, en el lote que ocupan apilan cartones, chatarra y papeles bajo la sombra del tinglado, para evitar que el material se estropee por el sol o la humedad. El patio de tierra sirve para los plásticos y otros materiales, que comparten espacio con el motocarro que recibieron de uno de los socios estratégicos del plan integral de reciclaje.

Rosario vivió la época en que rescatar los huesos de res en medio de los desechos era una de las principales actividades para un reciclador, ya que vendían las piezas a productores de pollos, que los molían y convertían en alimento. Juan Carlos recuerda que esos huesos incluso servían para la fabricación de jabones. “Era la Santa Cruz de antaño”, dice.

Mery trabaja en el oficio desde sus 15 años, algo así como la mitad del tiempo que Rosario lleva en el negocio. Ambas coinciden en que, en el reciclaje, las mujeres son mayoría. “Somos tantas, seguro más de la mitad, tenemos varias madres solteras que trabajan como nosotras”, cuenta la más joven de las dos señoras, madre de dos hijos a los que mantiene con esta labor. Según una investigación de Amigarse, el 65,50% son mujeres.

La señora Rosario, quien recicla desde hace casi tres décadas en Santa Cruz. / Foto: Con Propósito
La señora Rosario, quien recicla desde hace casi tres décadas en Santa Cruz. / Foto: Con Propósito

El oficio en muchos casos se hereda, pasa de una generación a otra. En ese punto de la ciudad, Juan Carlos, su esposa, su yerno y un sobrino están dedicados al trabajo de recuperación y venta de materiales. El padre de esta familia tiene dos hijas, “ellas estudiaron gracias a este negocio —una Enfermería y la otra Marketing—, no nos podemos quejar”, comenta.

En el Punto Rojo del que son parte se reúnen 21 recicladores, 19 de ellos salen a buscar materiales y dos clasifican y separan lo recuperado. Tienen la esperanza de que el trabajo que hicieron desde siempre mejore sus ingresos con la puesta en marcha del “Programa de gestión integral de residuos reciclables con énfasis en inclusión”, que Emacruz inaugura este 6 de noviembre y es apoyado por la Fundación Amigarse.

Alianzas que dignifican

Recicladores del punto naranja en su centro de acopio del Parque Industrial. Foto: Con Propósito

A mediados de este año, la firma de un convenio con el Fondo Canadiense para Iniciativas Locales —de la Embajada de Canadá— se trazó la meta de aportar al proceso que lleva a cabo Amigarse, para consolidar el proceso de reciclaje inclusivo en la ciudad de Santa Cruz.

El aporte se traduce en la dotación de equipos e implementos para facilitar el trabajo de los recolectores de base, pero no se limita sólo a ese aspecto, ya que también incorpora a la Empresa Municipal de Aseo Urbano Santa Cruz (Emacruz) e involucra al vecino. Con este programa, Santa Cruz de la Sierra quedó dividida por puntos cardinales, a los que se asignaron colores que representan a los cuatro grandes grupos de recicladores que intervienen de acuerdo con la zona donde trabajan.

Los carros de jalar que fueron donados a los recicladores, por los socios del programa. / Foto: Con Propósito
Los carros de jalar que fueron donados a los recicladores, por los socios del programa. / Foto: Con Propósito

A partir de esta delimitación, el vecino se convierte en parte activa del proyecto, porque su aporte consiste en separar en su casa los residuos que depositará luego en los contenedores.

En lugar de vaciar todos sus desechos en bolsas negras, ahora deberá acomodar los cartones, latas, botellas PET, chatarra y otros en bolsas de cualquier color. De esa manera, en la bolsa negra sólo quedarán los desechos y/o residuos orgánicos.

En la organización del plan, Emacruz dotará dos camiones a cada uno de los puntos de acopio donde operan los recolectores. Cada uno trabajará ocho horas y los recolectores serán responsables de cargar los materiales reciclados y llevarlos a su lugar de clasificación.

De esta manera el programa se extiende desde los grupos de recicladores hacia la empresa de aseo y queda en manos de los habitantes de la ciudad, donde cada mes un recolector recupera una tonelada y media de material, una cantidad que se busca duplicar con el compromiso y la ayuda de los ciudadanos, la participación de los socios estratégicos y el respaldo de instituciones como el Fondo Canadiense para Iniciativas Locales, la Fundación Amigarse y otras instituciones aliadas.

Entérate más:

Para conocer el punto al que corresponde su barrio y qué día lo visitará el camión de Emacruz junto a los recolectores revise el siguiente material ilustrativo:

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