¿Por qué la presencia de osos jucumari en zonas inusuales preocupa en El Palmar?

Dos ejemplares de oso andino fueron vistos, en un mes, cerca de comunidades campesinas que viven dentro del área protegida de Chuquisaca. Guardaparques y expertos ven que la falta de alimento y la sobrecarga de ganado están orillando al mamífero a ingresar a lugares no habituales.

El 9 de mayo pasado, una llamada alertó sobre la presencia de un oso andino (Tremarctos ornatus) a guardaparques del Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) El Palmar. La noticia, más allá de causar alegría, generó preocupación porque el animal estaba en una comunidad cuyos habitantes no estaban acostumbrados a su presencia. Además, se había comido una vaca de dos años, con lo cual, la gente veía su ganado bajo amenaza y se preguntaba si no era mejor cazarlo para evitar más pérdidas.

El Palmar es un área protegida de Chuquisaca. Tiene categoría de ANMI porque en su interior hay diez comunidades campesinas asentadas. En algunas de ellas, la gente ve a un jucumari y no siente temor. Es más, piensa que, donde hay oso, el puma no se acerca a matar ternerillos. En cambio, en Trancas Horno K’asa, situada como a seis horas de Presto, el municipio donde está el área protegida, era algo muy extraño. “Y cuando el oso caza una vaca para alimentarse, siempre elige a la mejor”, cuenta Tomás Calahuma, jefe de guardaparques.

Que el jucumari se alimente de una res no es peculiar. Mauricio Peñaranda, biólogo investigador de la especie, explica a La Región que al ser un omnívoro, come “cualquier cosa que encuentre”, más si se le presenta la oportunidad. “Lo que se ha estado viendo es que cuando el oso encuentra vacas, las aprovecha, porque la carne es muy valiosa energéticamente para el animal”, dice.

En El Palmar, su dieta está basada principalmente en janchicoco, una palmera que únicamente se distribuye en Bolivia. Pero un incendio de magnitud registrado en 2021, justo en el núcleo del hábitat de la especie, provocó un desastre ecológico del que hasta ahora no hay recuperación total. “Las palmeras todavía no están dando frutos, como deberían”, asegura Calahuma.

Una disputa entre fauna y ser humano

Guardaparques y comunarios deTrancas Horno K’asa se movilizaron para buscar al oso jucumari. Foto: Tomás Calahuma
Guardaparques y comunarios deTrancas Horno K’asa se movilizaron para ahuyentar al oso jucumari. Foto: Tomás Calahuma

Para los dueños de reses de comunidades como Trancas Horno K’asa, la pérdida de un ejemplar representa un importante daño económico. Por ello, al darse cuenta que este oso no solo cazó una vaca, sino que se quedó tranquilamente a comerla y volvió al día siguiente por la carroña, estas personas se asustaron y alguien llamó a los guardaparques, porque la molestia era notoria.

“Tenían miedo al oso, pensaban que podía hacer algo. Cuando fuimos, les explicamos, pero teníamos que ver cómo acercarnos y espantarlo hacia su hábitat, para que no se vaya a otra comunidad ya también. Era un ejemplar adulto”, recuerda Tomás.

Al lugar llegaron seis guardaparques y el jefe del cuerpo de protección. Tal como sucede con la especie, luego de alimentarse, el oso se dirigió a una quebrada para dormir. En ese interín, se ideó un plan para ahuyentarlo sin lastimarlo y verificar que llegue hasta la zona donde vive.

Por fortuna en este caso, la situación no salió de control. De hecho, días después, el 31 de mayo se dio otro avistamiento, donde se registró otra situación similar en otra comunidad.

Tanto Calahuma como Peñaranda coinciden en que el conflicto entre el oso y el ser humano no es reciente, pero se agrava por varios factores. Uno de ellos es que, según el plan de manejo para administrar el área protegida, existe una “sobrecarga animal en zonas de pastoreo” donde habita el oso de anteojos y otros animales silvestres.

A esto hay que sumar el efecto de los grandes incendios, que alcanzó porciones que son potencial hábitat del oso jucumari, advierte Calahuma. Como las palmeras todavía no dan frutos como lo hacían antes del fuego, tanto el oso como las vacas disputan ese alimento.

“Todo aquello nos hace pensar que los osos, en busca de alimentos, están saliendo de su lugar habitual a zonas que no era común observarlos y ahí se genera este tipo de conflictos. Por un lado, alarma a la gente de las comunidades, y por otro, cuando ataca a un animal doméstico, en este caso las vacas, la gente que vive de eso siente una pérdida grande”, dice Calahuma.

El conflicto fauna – ser humano es algo que está ocurriendo en toda la distribución del oso (la cordillera de Los Andes, desde Venezuela hasta el sur de Bolivia), señala Peñaranda. Según el experto, los lugareños están llevando a su ganado dentro del bosque, parte del hábitat del jucumari y este, por supuesto, ve un potencial alimento.


Una respuesta a esta realidad

Para los guardaparques de El Palmar, observar al oso andino es algo frecuente. Si no es observación directa, encuentran indicios en zonas de patrullaje como: huellas, heces fecales, senderos o rastros de alimentación.

Hasta 2019, Pañaranda lideró campañas de registro con cámaras trampa para tener una idea de cómo estaba la población de la especie. El estudio no pudo concretarse, porque para ello se necesita reconocer a cada individuo fotografiado.

“La suposición más grande que se tiene ahora sobre los osos de Palmar es que es una población que está creciendo, pero realmente no se sabe cuántos osos pueden estar viviendo ahí”, dice el biólogo.

Guardaparques durante el rastrillaje para encontrar al oso jucumari en El Palmar. Foto: Tomás Calahuma
Guardaparques durante el rastrillaje para asegurarse que el oso vuelva a su hábitat sin ser lastimado. Foto: Tomás Calahuma

Calahuma tampoco se anima a hablar de una recuperación del número de individuos, pero sí hay presencia importante, porque se ha captado a hembras con sus crías, lo cual evidencia una reproducción.

En comunidades donde es más frecuente ver a estos animales, se dice que el oso protege el ganado, porque donde hay oso, no llega el puma. Pero todavía resta camino para concienciar a otras, donde no se los ve comúnmente.

Frente a esto, Calahuma plantea trabajar en un turismo especializado, “responsable y organizado”, que permita que visitantes dejen ganancias a las comunidades por conservar a la especie.

“La idea es conservar al oso, pero también el desarrollo sostenible en las comunidades. El bosque de palmeras (janchicoco) es, tal vez, uno de los mejores hábitats que tiene el oso en toda su distribución. Y los osos de acá son especialistas en comer esa palmera, a diferencia de los que están en otras zonas como Yungas (La Paz), Tarija, Amboró (Santa Cruz) o Carrasco (Cochabamba). En esas zonas se alimentan de otros frutos y bromelias, mientras en El Palmar se alimentan netamente de fruto de janchicoco. Tenemos buena población, falta trabajar en una alternativa turística”.

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